Cara a cara con el ejército birmano
Francisco empieza su visita reuniéndose con el general Min Aung Hlaing
El papa Francisco mostró ayer de nuevo su pragmatismo a la hora de abordar visitas delicadas. Pocas horas después de aterrizar en Rangún, la antigua capital de Birmania, y convertirse en el primer pontífice que viaja a este país del Sudeste Asiático, se reunió con el jefe de las fuerzas armadas birmanas, el general Min Aung Hlaing, en lo que ha sido el primer encuentro del Pontífice con las autoridades locales. Para hoy está previsto que se traslade a Naypidó, donde se entrevistará con el presidente del país, Htin Kyaw, y la jefa del facto del Gobierno, la premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi. Con todos ellos discutirá de la crisis de los rohinyás, que ha supuesto el desplazamiento forzado de cientos de miles de personas.
El Vaticano definió ayer la reunión que mantuvieron el Papa y el general Min Aung Hlaing en la sede del arzobispado de Rangún como “un visita de cortesía”. Fue un encuentro de tan sólo quince minutos, pero a nadie se le escapa que esta reunión, prevista inicialmente para el día 30, era la cita clave del Pontífice en este país de abrumadora mayoría budista, por delante de los encuentros oficiales con los máximos líderes políticos del país.
Su adelanto a la tarde de ayer sugiere que Francisco quería conocer antes que nada y de primera mano la opinión del jefe de las fuerzas armadas sobre la transición política que vive Birmania y su punto de vista sobre la crisis de los rohinyás. Los miembros de esta etnia musulmana han protagonizado desde finales de agosto un éxodo de más de 600.000 personas desde el estado birmano de Rakhine, al sur de Bangladesh, provocado por una violenta campaña del ejército contra un grupo rebelde de esta minoría que atacó el 25 de agosto una treintena de puestos militares y de la policía. Un tema que protagonizará, sin duda, la visita del papa Francisco a Birmania y Bangladesh.
La ONU, EE.UU. y diversas organizaciones pro derechos humanos internacionales han calificado dicha operación militar de “limpieza étnica” y han criticado la pasividad de Aung San Suu Kyi en atajar la crisis. El Gobierno y las fuerzas armadas birmanas han negado siempre estas acusaciones, con el argumento de que sus propias investigaciones no
El Papa antepone su entrevista con el jefe militar a las citas con Aung San Suu Kyi y el presidente del país
han revelado ninguna irregularidad cometida por sus tropas.
En el origen del problema se encuentra la negativa de las autoridades birmanas a reconocer a los rohinyás como ciudadanos de este país, ni a este minoría como un grupo étnico de Birmania. Incluso rechazan utilizar el término rohinyá para definirlos. Y el propio general Min Aung Hlaing es contrario a que regresen en masa desde los campos de refugiados de Bangladesh.
Aunque el encuentro de ayer fuera de cortesía, la crisis de los rohinyás protagonizó, con toda seguridad, la reunión. “Discutieron de la gran responsabilidad que tienen las autoridades del país en este momento de transición”, dijo el portavoz del Vaticano, Greg Burke, a la prensa.
Tras la reunión, a la que también asistieron tres generales del Servicio Especial de Operaciones, hubo un intercambio de regalos. Francisco obsequió a Min Aung Hlaing con una medalla conmemorativa del viaje y este ofreció al Papa un arpa en forma
de barca y un adornado cuenco de arroz. Mucho menos prudente se mostró, en cambio, el máximo responsable del ejército birmano. “En Birmania no hay discriminación religiosa y hay libertad de religión”, le dijo Min Aung Hlaing al Papa, según una declaración que publicó el general en su página de Facebook. “El objetivo de cada soldado es construir un país estable y pacífico”, subrayó el jefe de las fuerzas armadas birmanas. Un declaración de principios que forma parte de la doctrina oficial que han esgrimido las autoridades birmanas ante las acusaciones de la comunidad internacional sobre las violaciones de los derechos humanos de que son objeto los rohinyás.
La prudencia mostrada ayer por el Papa y su entorno se explica por su interés en evitar que una palabra más alta que otra sobre la crisis de esta minoría étnica cree tensiones entre las autoridades birmanas y el Vaticano tan sólo medio año después de haber establecido plenas relaciones diplomáticas. Francisco es consciente de que su margen de maniobra es estrecho. En otras ocasiones ha hablado de la discriminación que sufre esta minoría, que fue despojada de sus derechos ciudadanos en 1982 por las autoridades militares birmanas. El problema está en que la mayoría de los birmanos no creen en las explicaciones de la comunidad internacional y mucho menos asumen las críticas a Aung San Suu Kyi, una persona absolutamente venerada por los birmanos.
Hay muchas expectativas, en este sentido, acerca de si el Pontífice hará uso del término rohinyá, a pesar de que con ello puede desencadenar la ira de los extremistas budistas. Un vocablo que nadie utiliza para definir a los miembros de esta minoría étnica que habita en Birmania, un país dominado por un nacionalismo budista profundamente antimusulmán.
La realidad, sin embargo, es que los cerca de 700.000 católicos birmanos, aproximadamente el 1,4% de los 51 millones de habitantes de este país asiático, tienen depositadas grandes esperanzas en la visita del Sumo Pontífice. Por el momento, más de 150.000 ya se han registrado para la misa que está previsto que oficie mañana miércoles en Rangún, según dijo ayer el portavoz de la Iglesia católica de Birmania, Mariano Soe Naing.
“Venimos aquí para ver al Santo Padre. Esto sólo pasa una vez en cientos de años”, dijo a Reuters Win Min Set, un líder comunal que se ha desplazado con un grupo de 1.800 católicos del sur y del oeste del país a Rangún para asistir a la misa que oficiará Francisco. No les ha importado viajar tres días y dos noches, en autobús y en tren, para desplazarse hasta la antigua capital del país para ver al Pontífice y compartir su mensaje de “paz y amor”, un eslogan que habrá que ver si lo quieren compartir con los rohinyás.
Los birmanos se desplazan en masa a Rangún para escuchar a Francisco en la misa que oficiará mañana