Los casos de acoso sexual sacuden la política en EE.UU.
El Congreso aborda cómo atajar los abusos a mujeres
Guerra a los ataques sexuales y a su vergonzosa tapadera entre los congresistas de Estados Unidos.
Esta es la consigna de los legisladores, que ayer regresaron al Capitolio después del receso de Acción de Gracias. El Congreso no es ajeno a esta epidemia que se ha desvelado a lo largo del país tras años de una ley del silencio amparada en el miedo y el chantaje.
Dos demócratas, el senador Al Franken y el representante John Conyers, volvieron a sus escaños tras verse involucrados en sendos casos y sabiéndose el centro de las miradas. A lo largo de esta semana se espera que ambas cámaras adopten una resolución por la que todos –cargos electos y sus colaboradores– pasen por un entrenamiento antiacoso sexual.
Sin embargo, los referentes al máximo nivel no ayudan y sólo siembran más discordia. Las palabras del presidente, Donald Trump, y de Nancy Pelosi, líder de la minoría progresista en la cámara baja, han incentivado la sensación de que cuentan más los valores de estrategia política que el sufrimiento de las víctimas.
Fuentes de la Casa Blanca, según avanzó AP, señalaron ayer que Trump no participará en la campaña de Roy Moore, de 70 años, el candidato republicano al Senado por Alabama en las elecciones del 12 de diciembre. Ocho mujeres le acusan de abordajes sexuales cuando eran menores y él un treintañero, ayudante del fiscal general del Estado.
“Es un ignorante que confía en ayudantes para reparar sus patinazos”, escribió Jennifer Rubin en The Washington Post sobre la actitud de Trump. La máxima se cumple en el asunto Moore. La negativa de ir al terreno de Alabama se produce a las horas de que el tuit presidencial, eso sí, sin nombrar al aspirante, diera total apoyo al presunto acosador.
Su sufragio se produjo por la vía inversa. No elogió al suyo, pero despreció al rival, Doug Jones. Lo calificó de “marioneta” demócrata, de débil en inmigración y con la intención de subir los impuestos “hasta las nubes”.
En privado, Trump desconfía de las mujeres que han dado la cara contra Moore y las compara con las que le acusaron a él. Ocurre que el presidente de EE.UU. es volátil. En octubre del 2016 reconoció que él había dicho lo de que podía coger a cualquier mujer por sus genitales y se disculpó. Ahora, en sus hechos alternativos, Trump sugiere que ese audio era falso, que no era él.
Ya lo dijo Michelle Obama, “ser presidente no cambia quién eres, sólo revela quién eres”.
Pese al sonrojo que provoca entre los republicanos –los dirigentes del partido querrían que Moore desapareciera, mientras que Moore y los suyos en Alabama culpan de todo al establishment de Washington–, los demócratas tampoco están libres del pecado, que no conoce ni de fronteras ni de ideologías.
Nancy Pelosi también ha provocado una fractura en el bloque liberal. La jefa de la minoría en el Congreso salió en defensa de Conyers, de 88 años, quién comunicó el domingo que deja la comisión judicial de la cámara al descubrirse que pactó un acuerdo económico extrajudicial para evitar una denuncia por acoso. Pelosi se refirió a él con admiración, “un icono de nuestro país”, y recalcó que propició “iniciativas para proteger a las mujeres”.
Sus palabras, que muchos vieron como un freno a las denuncias, provocó una tormenta. “Cero tolerancia, no importa lo importante del legado individual, no hay licencia para el acoso”, tuvo luego que matizar Pelosi.
El presidente Trump y la demócrata Pelosi causan fracturas al apoyar a presuntos acosadores sexuales