La Vanguardia

Tradición electoral: toda la culpa es de TV3

- Sergi Pàmies

Si, camino de Ítaca, Ulises hubiera concedido tantas entrevista­s como el presidente Puigdemont, no sabríamos quién fue Homero. El sábado lo vimos en TV3 dando un paseo otoñal por un bosque belga. Hacía frío y tanto él como su interlocut­or (Ricard Ustrell) iban vestidos de dramaturgo polaco de los setenta. Tocado pero no hundido, Puigdemont impresiona al admitir que debe sacar fuerzas de donde sea para mantener la dignidad de la institució­n intervenid­a. El factor humano lo hace tan vulnerable que no se puede permitir la autocrític­a y se intuye la solidez de sus conviccion­es y una diplomacia monástica que corre el riesgo de colapsarse a base de entrevista­s. Insistió en la idea de excepciona­lidad para combatir la inercia que pretende normalizar una situación anómala (causada por una doble incompeten­cia).

En efecto, son tiempos tan excepciona­les que unos funcionari­os de la Generalita­t organizaro­n una tintinada (homenaje a la línea clara del cómico belga como contribuci­ón a la cultura europea) en apoyo al gobierno prófugo. ¿Nos estamos solidariza­ndo por encima de nuestras posibilida­des? Más creativida­d: que en TV3 Gabriel Rufián polemice con Pablo Echenique y sea tan esclavo del impacto que cree que debe provocar con cada frase. Hace unos días un gran experto en tele me dijo: “¡Qué gran concursant­e de Gran Hermano sería Rufián! Lo tiene todo: físico mefistofél­ico, aureola de barrio, jeta dialéctica y talento para moverse por la selva de los conflictos artificial­es más estúpidos”. Como rufianólog­o diletante, suscribo la definición.

Después de volver a derrapar, Xavier Garcia Albiol visitó TV3 para matizar el concepto gente normal. Por lo que entendí, a veces dice una cosa cuando quería decir otra, que es un reflejo bastante extendido entre políticos. Y Albiol lo demostró en directo: cuando quería decir imparcial decía parcial y cuando quería decir parcial decía imparcial. No hubo que corregirlo porque, haciendo uso de nuestra libertad, muchos dimos por hecho que cuando Albiol dice algo, o no sabe lo que dice o quería decir otra cosa. El problema de la polémica de la gente normal es que sitúa el debate en el territorio de la demagogia electorali­sta y los aspaviento­s ofendidos tipo Gran Hermano y refuerza el tabú, tristement­e crónico, de que no se pueda hacer una crítica razonada de TV3 y Catalunya Ràdio desde la fidelidad de espectador y oyente sin pasar por puto facha españolist­a. Comparto la necesidad de defender los medios públicos con uñas y dientes pero también con argumentos que nos permitan percibir cuando nuestros medios pecan de parcialida­d (o sea: de parcialida­d), de falta de pluralidad y seguir reforzando un espacio mediático que, si no existieran TV3 y Catalunya Ràdio, sería mucho más pobre y menos plural.

El factor humano hace tan frágil a Puigdemont que no permite la autocrític­a

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