La Vanguardia

‘Adéu, Europa’

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Hace muchos años las ventanilla­s de los trenes se podían abrir, pero una placa metálica advertía: “Es peligroso asomarse al exterior”. Y resultó ser verdad. Ese aviso (franquista, faltaría más) se ha cumplido en la ilustre persona de don Carles Puigdemont Casamajó: se asomó al exterior y se convirtió al euroescept­icismo. Se había exiliado en Bruselas porque Bruselas es el corazón de Europa y hablando desde allí sus mensajes tendrían resonancia mundial. Y la tuvieron, ciertament­e. Pocos políticos salieron más en los medios durante los últimos cuarenta días que el señor Puigdemont Casamajó. Pero algo pasó por el medio que el gran líder no sólo planea romper con España, sino con Europa y, si viaja un poco más y se acerca a Estados Unidos o China, propondrá romper con el mundo mundial, porque todo el mundo está podrido y sólo en Catalunya se encuentran las esencias de la pureza y la bondad.

Miren que el señor Puigdemont ha proclamado la vocación europeísta de Catalunya. Miren que él, los miembros de su Gobierno y demás republican­os catalanes desmintier­on a Rajoy, a sus ministros y a los dirigentes europeos que advertían que salirse de España era salirse de la Unión y del euro. Es más: se llegó a decir que, siendo medianamen­te realistas, Europa no podría existir sin Catalunya, lo cual posiblemen­te sea verdad. Y porque posiblemen­te sea verdad, la nueva actitud de Puigdemont se convierte en un misterio que sólo él puede aclarar.

Puede haber ocurrido algo que me parece grotesco para una figura de la talla histórica de Puigdemont. Lo mismo Europa ha tenido la descortesí­a de no dejarle hablar en la Eurocámara. Lo mismo lo humilló con su respaldo al Estado español, negándose a entender las razones para crear la república catalana. Lo mismo lo hirió cerrándole las puertas de los grandes despachos, al tiempo que se las abría a Rajoy. Lo mismo encontró las vísceras de Europa cuando buscaba su corazón. Lo mismo es que Europa pierde mucho en la distancia corta. O lo mismo ve ya a Catalunya independie­nte y, como sabe que esa Catalunya no tendría cabida en la Unión, recoge los papeles y dice “me voy”. Es lo que se llama dimitir antes de que te echen.

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