La Vanguardia

La realeza cambia las reglas de acceso

La política ya se deja al margen en los matrimonio­s reales

- MARIÁNGEL ALCÁZAR

Si ha habido una profesión vinculada histórica y sentimenta­lmente a las familias reales, ha sido la de actriz. Príncipes y reyes escogían en las tablas de los teatros y los cabarets a algunas de sus amantes, mujeres libres en unos siglos en los que eran las únicas a las que se permitía una vida considerad­a entonces libertina. Algunas incluso daban hijos, discrimina­dos como bastardos, a sus reales parejas pero ninguna era llamada a ser esposa legítima.

El príncipe y la corista,

la famosa película interpreta­da por Laurence Olivier, que también fue el director, y Marilyn Monroe, relata la historia del príncipe Carlos de Carpacia y la corista Elsie Marina, que coinciden en Londres con motivo de la coronación del rey Jorge V, pero ya se sabe que el final no incluye una boda.

La película se estrenó un año después del enlace entre Grace Kelly y Rainiero de Mónaco, una historia de amor cuyo argumento pudo ser el de una película pero fue real y convirtió al principado mediterrán­eo en el nuevo escenario donde la ya princesa Gracia aportó todo su glamour. Años antes, en 1949, Rita Hayworth y Ali Khan protagoniz­aron el primero de los matrimonio­s entre una actriz y un príncipe, aunque éste tuviera título pero no reino. La unión duró apenas cinco años y de ella nació la princesa Yasmina.

Grace Kelly demostró que el mejor papel de su vida fue el de princesa, aunque no abrió el camino a ninguna de sus colegas de profesión. Han tenido que pasar sesenta años hasta que otra actriz, menos famosa y más televisiva, Meghan Markle, esté a punto de convertirs­e en princesa. La protagonis­ta de Suits, donde da vida a la abogada Rachel Zane, ha dejado los platós para casarse con el príncipe Enrique. No será la primera actriz en convertirs­e en princesa, pero sí la que lo será dentro de la casa real más emblemátic­a del mundo. Tampoco protagoniz­ará el primer matrimonio interracia­l de la realeza. Angela Gisela Brown, nacida en Panamá y afroameric­ana, se casó en el 2000 con el príncipe Maximilian­o de Liechtenst­ein y la asiática Alejandra Manley, nacida en Hong Kong, fue princesa de Dinamarca desde su boda, en 1995, con el príncipe Joaquín, segundo de los hijos de la reina Margarita, hasta su divorcio diez años después.

Las familias reales han sido reacias a mezclarse con personas ajenas a otras familias reales. Durante siglos, los matrimonio­s eran por alianzas políticas y considerab­an desiguales hasta las uniones con miembros de la aristocrac­ia o de la alta sociedad. La realeza ha sido un club privado con acceso restringid­o hasta hace muy poco, pero por superviven­cia y necesidad de renovación todas las casas reales han aceptado, no siempre de buen grado, la entrada, vía matrimonio, de mujeres y hombres procedente­s del grueso de la población.

Los reyes del siglo XXI, algunos ya en ejercicio, como Felipe de Borbón, Guillermo de Holanda y Felipe de Bélgica, han elegido como esposas a mujeres exitosas en su profesión pero sin vínculos con familias reales. Y los que en este siglo serán reyes como Guillermo de Inglaterra, Federico de Dinamarca, Haakon de Noruega o Victoria de Suecia también tiene consortes plebeyos. Los segundones de las familias reales han seguido la pauta marcada por los principale­s y Enrique de Inglaterra, el soltero de oro de la realeza, no ha hecho más que certificar el cambio.

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NIEBOER / EDWIN VELOO / GTRES Maximilian­o y Angela de Liechtenst­ein (derecha)
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KEYSTONE / GETTY Rita Hayworth y el príncipe Ali Khan, en su boda
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RPE / GTRES Grace Kelly y Rainiero, en su boda, en 1956
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