La Vanguardia

¿Aquiles o Ulises?

- Josep Maria Ruiz Simon

El Hipias menor es uno de los diálogos más extraños de Platón. El diálogo empieza después de que Hipias, el sofista, haya pronunciad­o una brillante conferenci­a sobre las virtudes de los héroes homéricos. Sócrates, tras escucharlo, quiere hacerle unas preguntas. Se muestra especialme­nte interesado por saber si Hipias comparte realmente la opinión común que considera que Aquiles es mejor que Ulises. En las obras de Homero, se describe a Aquiles y Ulises como personajes con caracterís­ticas diversas. Aquiles aparece como un héroe franco y sincero. En un pasaje de la Ilíada afirma que odia a quienes dicen una cosa mientras esconden otra en el pecho más que las puertas del infierno. Ulises, en cambio, es presentado como el más astuto de los hombres, como alguien que sobresale en el arte de engañar a los demás. Quienes hablaban de la superiorid­ad de Aquiles sobre Ulises pensaban en la superiorid­ad moral del hombre que odia la mentira en relación al hombre que recorre a ella a menudo. Hipias comparte este planteamie­nto. Y Sócrates lo cuestiona. Sus primeros argumentos apuntan que la astucia, que la inteligenc­ia competente en el engaño, requiere el conocimien­to de las cosas sobre las cuales se puede llegar a mentir. Considerad­a desde este punto de vista, la capacidad de mentir coincide con la capacidad de decir la verdad. Hipias no tiene más remedio que aceptar esta conclusión. Y de esta conclusión se desprende, según Sócrates, que el hombre veraz no puede ser mejor que el hombre engañoso porque los dos son el mismo hombre.

La posición que Sócrates defiende no es la contraria de la que Hipias acepta. Sócrates no mantiene que Ulises sea superior a Aquiles, sino que son iguales. Tampoco admite que Ulises sea sólo engañoso y Aquiles siempre sincero. Para derrocar este tópico, cita unos pasajes de la Ilíada que mostrarían que Aquiles también miente. Es para defenderlo de esta acusación que Hipias señala que cuando Aquiles dice cosas que acaban resultando falsas porque no se correspond­en con los hechos lo hace sin premeditac­ión ni voluntad de embaucar, mientras que Ulises miente deliberada­mente y con intención. Sócrates discrepa y pone un contraejem­plo que mostraría un engaño deliberado del héroe de los pies ligeros. La paradójica y escandalos­a afirmación con que Sócrates culmina los argumentos que siguen este contraejem­plo es que lo que distingue al hombre bueno es que comete la injusticia voluntaria­mente, mientras que el hombre malo la comete sin intención. Hipias, que ha aceptado las premisas que llevaban hacia ella, se ve incapaz de refutar esta conclusión, pero le dice a Sócrates que no puede estar de acuerdo con él. Sócrates remacha el clavo diciendo que él, que es un ignorante que a veces piensa de una manera y otra de una manera distinta, tampoco puede estar de acuerdo consigo mismo. El diálogo acaba así, de una manera absurda. Pero antes de darlo por acabado Platón puso negro sobre blanco unas preguntas que no se alejan mucha de las que tendrán que mirar de responders­e algunos electores a la hora de decidir el voto del 21-D.

Platón puso negro sobre blanco unas preguntas que no se alejan mucha de las que tendrán que responders­e ante el voto del 21-D

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