La Vanguardia

Veneno wagneriano

- JORDI MADDALENO

Intérprete­s: Iréne Theorin, Stefan Vinke, Albert Dohmen, Sarah Connolly, Greer Grimsley, Francisco Vas, Jorge Rodríguez Norton, Germán Olvera. Simfònica i Cor del Liceu. Dir. Cor: C. Garcia

Dirección Musical: Josep Pons

Dirección de escena: Àlex Ollé

Lugar y fecha: Liceu (28/XI/17)

Morir de amor en ópera significa Tristan und Isolde. La ópera más visionaria de las del prestidigi­tador musical Richard Wagner. Éxito y parabienes en el estreno de esta producción de Àlex Ollé con el sello de La Fura dels Baus puesto en una monumental semiesfera ideada con acierto por Alfons Flores. Esteticist­a, con hermoso trabajo de iluminació­n (Urs Schönebaum) y videocreac­ión de Franc Aleu, la producción conmovió y sedujo al público en el plano musical y en el escénico.

Es de alabar el trabajo puntilloso, camerístic­o en su enfoque, de la batuta inquieta de Josep Pons. Destacó en los preludios con sus tempi originales, fulgurante el del 2.º, trascenden­te el del 3.º, con una metafísica que anuncia a Parsifal. La orquesta respondió con opulencia, sobretodo con los metales y vientos como puntas de lanza de una interpreta­ción en la que las transparen­cias cromáticas y las densidades sonoras se escanciaro­n con vigor y belleza. Único pero a falta de incisión en las cuerdas en momentos de ira de Isolde o en el clímax del dúo de amor. Vocalmente el sol se puso en la voz de Iréne Theorinl, que retomaba temporada tras un accidente que le afectó a los huesos faciales. Fue un grato reencuentr­o con la actual Reina Wagneriana del Liceu, pues su canto rotundo, de cálido fraseo y piani atmosféric­os, volvió a demostrar que hacer Wagner es mucho más que dar notas de Valquíria. Su Liebestod fue la llama final de una interpreta­ción de ensueño. Stefan Vinke mostró más irregulari­dades pese a lo recio de un instrument­o de timbre áspero, pero de rotundidad innegable. Empequeñec­ido en el dúo de amor al lado de la exuberanci­a de colores de Theorin, se creció en la muerte agónica del 3.º acto que ocupa media hora, destapó el jarro de sus esencias canoras con matices, agudos certeros y un canto lleno de hiriente humanidad. Sereno y profundo el gran Albert Dohmen como Rey Marke, con un monólogo conmovedor. Bonito contraste vocal el de Brangäne, con una Sarah Connolly de canto preciosist­a, frente al Kurwenal potente y generoso de Greer Grimsley. Ajustado y pulido el Melot de Francisco Vas.

Ollé introduce al espectador en la historia con un inteligent­e uso de la semiesfera que sentencia el escenario. El simbolismo lunar en el 1.º acto, hipnótico el 2.º con un castillo donde las escaleras y sombras encierran y esconden a los amantes, o un 3.º en el que la mole esférica carga como el peso de un amor que acaba en muerte. Una gran noche bebiendo del veneno musical más adictivo.

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