Copa: te quiero, no te quiero...
Los aficionados son partidarios de septiembre a marzo de una Copa del Rey a partido único y de una final FC Barcelona-Real Madrid en abril o mayo (o uno de los dos Atléticos). Son como niños y como la Real Federación, organizadora del torneo más antiguo: lo quieren todo.
–¡Tendría más emoción eliminatorias a partido único y en casa del más débil!
Semejante argumento abunda por estas fechas. El aficionado con mando no deja pasar una y en cuanto recibe al Real Murcia en el Camp Nou o al Fuenlabrada en el Bernabéu pone cara de resignación y se queda en casa lamentando un día de fútbol sin oficio ni beneficio (aunque los dos partidos –y el gol de Paco Alcácer a lo Fernán Gómez en El fenómeno– tuvieron su gracia).
Y aún así la Copa no renuncia a la épica, aportada anoche por el Lleida en Anoeta, remontando un 2-0 para ganar 2-3 y pasar eliminatoria. ¡Menuda crónica de lujo hubiese escrito Enric Bañeres! ¡Y ojalá les caiga un grande en el sorteo y no el Leganés!
Los seguidores de los equipos grandes se dejan llevar por una vena justiciera cuando ganan a doble vuelta y no les cuento los aficionados de clases subalternas tipo Fuenlabrada, Formentera o Ponferradina. Todos se ponen estupendos y los más antiguos recuerdan que a la Copa del Rey la llamaban el “torneo del KO”.
El fútbol español –clubs, entrenadores, aficionados y medios de comunicación– siempre quiere lo mejor aunque en la Copa del Rey no sepa en qué consiste.
¿Recuerdan la última edición de la Copa en la que los grandes jugaron a partido único? La temporada 2004-2005. Aquella edición registró una final Real Betis-Osasuna... ¿El Barça? Eliminado en noviembre en el campo de la Gramanet (Lionel Messi debutó como titular en la competición). No fue el único fiasco barcelonista a todo o nada: Novelda o Figueres. Las cinco temporadas con esta fórmula justiciera registraron finales curiosas: Mallorca-Recreativo de Huelva o Zaragoza-Celta...
El debate sobre la Copa del Rey es otra contradicción del fútbol español. Todo el mundo dice preferir la emoción de rondas a partido único pero a la hora de la final el personal –y el negocio televisivo– se pirra por un Barça-Real Madrid y se olvida de las ilusiones del Numancia, el Mirandés o la Grama. Somos así de contradictorios, como el Lleida. El egoísmo del aficionado le puede a la coherencia y el negocio al romanticismo.
Aquí gustan, apasionan y mandan los FC Barcelona-Real Madrid y al fútbol modesto se le da unas palmaditas de ánimo, una fotografía enmarcada de su paso por el Camp Nou o el Bernabeu y un hasta la vista.
Si la Copa no se juega a partido único es porque, en el fondo, no le interesa a nadie.
El Lleida remontó en Anoeta o hay épica copera sin necesidad de volver al 2005 con rondas a partido único y una final Betis-Osasuna