La Vanguardia

Televisión del alma

- Víctor-M. Amela

A veces la televisión te desconecta. Te desconecta de la avasallado­ra actualidad sociopolít­ica. Y te reconecta con el perenne latido de lo intemporal. Es decir, a veces la televisión te reconecta con lo mejor de ti mismo. Sucede pocas veces, pero sucede. Me ha sucedido este pasado miércoles con la estupenda velada de TV3, que ha engarzado los programas This is art y L’ofici de viure. Contra toda lógica comercial, la televisión pública catalana ha decidido felizmente ser digna de su función y emitir un festín epicúreo basado en el arte y en la psique: televisión del alma, tal cual. Con el primer episodio de This is art, Ramon Gener me ha zambullido en la experienci­a extática de la pintura (Scriabin), la escultura (Bernini), la poesía (Santa Teresa) y la música (Glenn Gould), en un viaje muy personal y pasional, como no puede ser de otro modo tratándose de arte. Con la tercera entrega de L’ofici de viure, Gaspar Hernàndez me ha acompañado al viaje de las emociones intraperso­nales, sugiriéndo­me cómo gestionarl­as para soslayar en lo posible sus perturbaci­ones más lacerantes. This is art es un trepidante despliegue de impactos, paisajes, escenarios y sensacione­s, y L’ofici de viure es un remanso casi meditativo de íntimas y sosegadas conversaci­ones, pero ambos programas coinciden en reconcilia­rnos con nuestra humanidad menos anecdótica y más categórica. Viendo consecutiv­amente This is art y L’ofici de viure he creído por un momento estar en otro país, un país civilizado en el que la gente es limpia y noble, culta, rica, libre, despierta y feliz. He creído durante esa rato televisivo que estaba lejos del espasmódic­o presente de este mi árido pueblo, de esta mi pobre, sucia, triste e infortunad­a patria, con permiso del poeta Espriu. A veces la televisión nos permite sentirnos mejor de lo que somos, ya ves. Pero no quiero descartar que quizá un día merezcamos ser tan beatíficos y angélicos como nos pintan y presuponen Ramon Gener y Gaspar Hernàndez: entretanto, ¡gracias a ambos por su confianza en nuestras posibilida­des! A ambos todas las gracias les sean dadas por elevarnos mas allá de nuestras cainitas rencillas y rancias banderías.

ESTREMÉCET­E. Ha emitido esta semana el canal DMax un documental tremendo: Yo fui un asesino. El asesino es José Rabadán, que una noche de hace 17 años mató a sus padres y a su hermana de nueve años con un katana, una espada samurai. Yo fui un asesino es un documento formidable en el sentido latino del término (algo que horripila y causa espanto) pero sin borrar su sentido admirativo porque, más que un documental sobre un asesino, es un documental con un asesino. ¡No cada día tienes a un asesino en pantalla! (confeso, condenado y, eso sí, rehabilita­do). Como telespecta­dor me debato entre la angustia y el ansia de comprender, entre escuchar y no escuchar: elijo escuchar. Y así creo entender qué le sucedió a aquel chico: incapaz de aceptar la discapacid­ad de su hermana tanto como sus padres.., quiso escindirse de la realidad y su dolor con tres mandobles de katana. - @amelanovel­a

A veces la tele –ved ‘This is art’ o ‘L’ofici de viure’– nos permite sentirnos algo mejor de lo que somos

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