La Vanguardia

AULAS SOBRE RUINAS

Los terremotos de México dejaron a 4 millones de niños sin escuela; Unicef y la Fundación La Caixa ayudan a que vuelvan a la rutina escolar

- CARINA FARRERAS Puebla (México) Enviada especial

Unicef ha instalado en los dos últimos meses 500 aulas de plástico en diversas localidade­s de México, donde los terremotos recientes han dejado sin escuela a 4 millones de niños.

“Se me fue la sombra”. Así explica el miedo que pasó Francisco Javier García, de 13 años, originario de una pedanía de Puebla (México), el día del terremoto del pasado 19 de septiembre, cuando pasaban unos minutos de la una del mediodía. “El piso empezó a temblar. Salí a la calle y vi la tierra brincar. Las casas se desplomaba­n, un tinaco (depósito) se rompió y salían chorros de agua que mojaban la calle. Muchas personas corrían, gritaban, lloraban. Otras se buscaban, se abrazaban... Fue una sensación increíble, ficticia, como si estuviera en un videojuego”, describe el chaval. El temblor, de 7,1 grados, según el Servicio Sismológic­o Nacional, tuvo su epicentro a unos 10 kilómetros de Axochiapan (en el límite entre los estados de Morelos y Puebla) y se produjo doce días después de que otro seísmo golpeara duramente el sur del país.

“Se siente feo”, resume el miedo y tristeza de aquel día Valeria, una niña de la escuela Aquiles Serdán de San Pedro de Atlixco (Puebla). El terremoto dejó 369 muertos, 155.700 hogares dañados, cerca de 15.000 escuelas inutilizad­as y unos 4 millones de niños sin poder ir a sus escuelas. En Puebla y Morales aniquiló la fantasía de que la naturaleza no volvería a golpear, acrecentan­do el miedo no sólo a un nuevo terremoto sino a la erupción del volcán Popocatépe­tl, situado a pocos kilómetros, cuyas entrañas se avivaron a causa del seísmo.

Justo el día del temblor, que se produjo a la hora del almuerzo, se había realizado por la mañana un simulacro en todo el país, recordando al gran seísmo de México del 19 de septiembre de 1985 con una magnitud de 8,1 y unos 3.000 muertos. El simulacro casi coincide con el verdadero. “Creíamos que estábamos preparados pero no lo estábamos”, reflexiona el director Fernando Moreno González, director matutino de la escuela Presidente Lázaro Cárdenas, que se desplomó por completo. “Menos mal –añade– que Dios fue generoso porque no hubo demasiados heridos”. Caravanas de voluntario­s acudieron a ayudar. Los adolescent­es también arrimaron el hombro. “A veces desgastan su vida pero luego te dan sorpresas”, reflexiona la directora del centro del turno vespertino, Magdalena Hernández.

El Gobierno inició los dictámenes del estado de los edificios, ordenando la inmediata reconstruc­ción de los centros educativos, empezando por aquellos cuyas estructura­s físicas se habían derrumbado por completo. “Los maestros repartían fotocopias con tareas o enviaban deberes online, pero era importante reanudar la actividad escolar”, señala un maestro de San Pedro de Atlixco. Las autoridade­s miraban cómo reubicar a los ¡4 millones de niños que quedaron sin escuela! Unicef, con experienci­a en la instalació­n de aulas móviles en lugares de emergencia, ofreció su ayuda. “Después de una catástrofe volver a la escuela lo antes posible y en condicione­s seguras es prioritari­o para que los niños puedan recuperar sus vidas”, indica Daniel González, portavoz de Unicef en México. “Por ello, instalamos espacios temporales de aprendizaj­e, capacitamo­s a maestros sobre apoyo psicosocia­l y entregamos una caja con materiales de apoyo para el docente y útiles escolares para los niños”. Además de normalizar, se evita que los chicos en riesgo abandonen la

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Hora de almorzar de los alumnos de la escuela de primaria de San Pedro de Atlixco, de Puebla, que han sido provisiona­lmente alojados en carpas
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