El caso kebab
No todo es posverdad a la hora de explicar fallos en el complejo mundo del periodismo actual. En ocasiones, las noticias sencillamente no están bien tituladas o bien redactadas y eso es suficiente para crear una dinámica desinformativa que puede llegar al absurdo. El caso del kebab ocurrido esta semana es paradigmático.
La información en sí es que la comisión de Medio Ambiente, Salud Pública y Seguridad Alimentaria del Parlamento Europeo ha rechazado una propuesta de la Comisión Europea que planteaba admitir el uso de algunos fosfatos como aditivo en los preparados cárnicos. Ahora, previsiblemente a mediados de este mes, el pleno de la Eurocámara abordará el tema y ratificará o no ese rechazo. Si respalda la posición de la comisión de Salud, los fosfatos que ya están prohibidos seguirán estándolo.
La Comisión Europea proponía admitir algunos fosfatos como el ácido fosfórico, el bifosfato, el trifosfato y el polifosfato (E 338-452) argumentando que no hay evidencias científicas de que provoquen riesgos para la salud. Pero los eurodiputados que estudiaron la propuesta en la comisión de Salud valoraron que existen informes que vinculan los fosfatos a enfermedades del corazón y de ahí que la rechazaran por 32 votos frente a 22.
Explicado así, el tema no muestra gran interés periodístico. Pero resulta que los fosfatos parecen tener un papel importante en el caso de la carne que se cocina en vertical, como los döner kebab. Eso disparó un enfoque informativo realmente potente: el Parlamento Europeo podría prohibir el kebab.
Así se publicó inicialmente en el periódico sensacionalista alemán Bild, y seguramente no es una cuestión menor el hecho de que Alemania sea el principal productor de carne de kebab. En cualquier caso, ese fue el enfoque que se siguió, con mayor o menor despliegue, en buena parte de los medios de comunicación europeos, dada la popularidad que esta comida, convertida en un original bocadillo, ha alcanzado en casi todos los países de la UE.
En nuestro diario, la información que transmitió la agencia Efe sobre este asunto se publicó el lunes y se tituló “El kebab, en peligro”, con un antetítulo explicativo: “La Eurocámara debe decidir si veta el uso de fosfatos en la elaboración de una de las comidas rápidas más populares del continente”.
La árida explicación expuesta al comienzo de este artículo sirve para entender que el tema no es exactamente así. Si ahora mismo ya se están utilizando fosfatos prohibidos en la elaboración de la carne de kebab, eso sería sencillamente ilegal. Es decir, la noticia sería que los fabricantes de carne están cometiendo un delito. Si no es así, los kebabs que se consumen actualmente no contienen componentes cuestionados y no tienen por qué estar en peligro en el futuro.
El enfoque centrado en la posible prohibición del kebab alcanzó tal eco en el mundo informativo digital que la Oficina del Parlamento Europeo en España empezó a emitir tuits de desmentido, haciendo referencia a que “este es el típico ejemplo de cómo nace una fake new”. Al final, lanzó un tuit de fácil comprensión con el que quiso zanjar la polémica: “Hasta ahora en la UE comías kebabs sin fosfatos. Si la postura del Parlamento prospera, seguirás comiendo kebabs sin fosfatos”.
Es posible que en su origen la información tuviera lazos con los intereses de los productores de la carne de kebab, pero ni las agencias ni los medios de comunicación tenían que haber dado pábulo a esa versión interesada sólo porque resultara tan llamativa. Esa es la lección que deja el caso.
La información que debía explicar que hay fosfatos prohibidos como aditivo en la carne acabó anunciando la posible prohibición del kebab