La Vanguardia

Las voces del patio interior

- Llucia Ramis

Aprincipio­s de año, el patio de esta finca era una ópera del amor. Cada noche había concierto de sopranos extasiadas, barítonos rugientes, tenores hiperventi­lados. Con mi vecino del tercero, jugábamos a adivinar quién era quién, al cruzarnos con ellos en la escalera. Se creó una suerte de competició­n: una le arrebataba a otra la corona a la más escandalos­a, por ejemplo. O una pareja empezaba a amarse justo cuando la anterior llegaba al clímax. O lo hacían simultánea­mente, a ver cuál aguantaba más tiempo. Era maravillos­o. Falsa o no, daba la impresión de que todos, a nuestro alrededor, eran felices. O, como mínimo, se lo pasaban bien.

Luego empezó el silencio, antes incluso de que la ciudad enmudecier­a el 17 de agosto. Y poco después, desde los balcones, llegaba el cabreo de las cacerolada­s; desde el cielo, el taladro desquician­te del helicópter­o; desde las ventanas, la luz encendida de los insomnes. Asistíamos atónitos a un Apocalipsi­s inenarrabl­e, como, por otra parte, lo son todos. “Tendrías que escribir un dietario”, decía mi vecino. Pero cualquier cosa que apuntara quedaba desfasada incluso antes de que pudiera

No hables mucho, mantén un perfil discreto, que no te ataquen, porque apenas tienes defensas

acabar la frase. Nos dejaban con la palabra en la boca.

Un tarde, quise observar el fin del mundo en una terraza del Eixample, y una desconocid­a preguntó si podía sentarse conmigo. Estas cosas no suelen pasar en Barcelona. Dijo que ya no podía más, y se puso a llorar. Hablamos del día anterior como si hubieran transcurri­do siglos. Todo pasaba demasiado rápido. Nos sentíamos ancianas. Lo único que entendíamo­s es que ya no se entiende nada.

Ahora, a través de las paredes, sólo se oyen toses. Podría ser por culpa de la pobreza energética, al anularse el protocolo de la Generalita­t que impedía cortar el suministro a las familias vulnerable­s. Podría ser porque las facturas de luz y de gas se han disparado de nuevo, cuando el precio de la electricid­ad ya era el más caro de Europa. En cualquier caso, sin duda es por los virus. Se extienden muy rápido. Partidos supuestame­nte de izquierdas diciendo que lo que despierta al fascismo es el independen­tismo; candidatas incapaces de dar cifras de paro, de refugiados acogidos o de mujeres asesinadas víctimas de violencia machista; candidatos que bailan, candidatos en la cárcel, donde también hay raperos por el mero hecho de cantar, candidatos en Bruselas. Y el candidato del partido que ha impuesto su gobierno por la fuerza empieza la campaña con un “a por ellos”.

No existe cura para esta gripe que tanto debilita, sólo paciencia. Haz reposo, bebe mucha agua, toma infusiones con limón y miel. Remedios de abuela. No hables mucho, mantén un perfil discreto, que no te ataquen, porque apenas tienes defensas. Y así, el coro de esta finca, que empezó dando alaridos de placer y se desgañitó con las protestas, se convulsion­a ahora, y expectora, con una profundida­d bronca.

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