La Vanguardia

Carla Simón

Los cineastas Carla Simón y Raúl Serrano narran su experienci­a tras la pérdida de la protección de sus padres

- CELESTE LÓPEZ Madrid

CINEASTA

Carla Simón anima a acoger niños para salvarlos del desamparo y el frío de criarse en un entorno institucio­nalizado. La cineasta, cuya ópera prima Estiu 1993 está nominada a los Oscars, narra su experienci­a tras perder a sus padres.

Carla Simón acudió al Ministerio de Sanidad y Servicios Sociales hace unos días para participar en la clausura del III Congreso del Interés Superior del Niño de la Asociación Estatal de Acogimient­o Familiar (Aseaf). Quería contar su historia, en parte, narrada de manera entrañable en su ópera prima Estiu 1993, una de las tres películas escogida por España para la 90.ª edición de los Oscars. “Sí, yo fui acogida cuando mi madre falleció (su padre había muerto antes). Tenía seis años y mi madre, viendo que se moría, dejó todo organizado para que mi tía, que vivía en la Garrotxa, se ocupara de mí”, explicó. La enfermedad de su progenitor­a, que duró tres años, la convirtió en la “niña de todos”.

“Me malcriaron –dice tímidament­e– porque todos sabían que ella estaba muy enferma. Entonces vivía en Badalona, cerca de mis abuelos y otra tía. Pero mi madre decidió que lo mejor para mí era irme con mi tía, su marido y mi prima, más pequeña que yo, que tuviera una referencia de una familia normal”, relata.

“Sí, fui acogida, ¿y? Para mí nunca fue un problema y eso se lo debo a mi madre, mi nueva madre, una gran educadora, una persona que todo lo habla y que fundamentó nuestra relación en el diálogo. Ella y, por supuesto, mi padre. Ahí creo que está la clave, porque ayuda a la normalizac­ión”. “Los niños son muy inteligent­es para entender situacione­s muy complejas, pero no saben gestionar las emociones”, algo que “se aprende del diálogo con los adultos”, insiste.

Simón no hizo la película como una catarsis, “como si no lo tuviera superado, sino porque me parecen fascinante­s los procesos de adopción y de acogida. Y lo que he aprendido de ella mientras la preparaba es increíble. El amor y el diálogo son la base de todo”, señala.

La cineasta catalana reconoce ser una afortunada. No siempre es así. En su caso, fue acogida por su propia familia, mientras que en otros es una familia ajena la que se encarga del menor, ambas considerad­as como las idóneas para que un niño se desarrolla en las condicione­s adecuadas (la ley de Protección a la Infancia y Adolescenc­ia del 2015 prioriza este tipo de acogimient­os). Pero aún quedan casi 14.000 menores que esperan un hogar en residencia­s. Sí, 14.000 viven en una institució­n.

La vicepresid­enta de Aseaf, María Arauz, pone especial énfasis en estos niños para los que no hay familias, menores que al cumplir los 18 años deben abandonar la residencia y son “lanzados” sin miramiento­s al mundo de los adultos. En un tiempo en que se habla de la prolongaci­ón de la adolescenc­ia hasta más allá de los 20 años y de jóvenes hasta los 30, miles de chavales con 18 años recién cumplidos son abandonado­s a su suerte. Sin casa, sin familia y sin posibilida­d de encontrar un trabajo, se encuentran literalmen­te en la calle, con la única ayuda de una renta mínima. Y no en todos los casos. La desprotecc­ión más absoluta que, sin embargo, las administra­ciones se resisten aún a solventar.

Raúl Serrano, cineasta y profesor del Instituto de RTVE, fue uno de esos chicos que pasaron su infancia y adolescenc­ia en residencia­s y centros tutelados (de 1984 a 1998). Pudo ser adoptado, pero sus padres se opusieron. Recuerda de aquellos días (años 90) la angustia que sentía cuando se acercaba el viernes porque debía pasar el fin de semana con sus progenitor­es. La situación familiar era angustiosa, indica en el Congreso de Aseaf.

¿Y la residencia? Masificada, cada uno a lo suyo y sobrevivie­ndo como se podía. Poco antes de los 18 fue a un piso tutelado de Mensajeros de la Paz, con el terror de que llegara ese cumpleaños que ponía fin a cualquier amparo.

En su caso, tal y como relata en el libro Hogares compartido­s ,dela periodista Olvido Macías, los estudios fueron su salvavidas. No ocurrió con otros, que sin estudios básicos, sin una formación apta para el trabajo, se lanzaban a la calle para reproducir unos actos que llevaron a algunos de sus padres a perder a sus hijos. Serrano apuesta por los acogimient­os familiares como la mejor opción para los niños desprotegi­dos. Necesitan amor incondicio­nal, señala.

Casi 14.000 menores esperan en una residencia una familia; a los 18 años dejan de ser tutelados

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EMILIA GUTIÉRREZ Carla Simón, en el Ministerio de Sanidad, donde se celebró el congreso estatal de familias de acogida

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