Mala gestión
El polémico traslado a Aragón de las obras de Sijena que se hallaban en el Museu de Lleida; y el inmoral desperdicio de alimentos de la sociedad de la opulencia.
EL retorno a Aragón de 44 obras de arte del monasterio de Sijena, propiedad de la Generalitat y durante decenios custodiadas en el Museu de Lleida, desató ayer una pequeña –pero ruidosa– tormenta política. En el ámbito independentista se calificó esta devolución de expolio y de saqueo; también de ejemplo de una supuesta aplicación abusiva del artículo 155, ilustrativo de las presuntas políticas de humillación a Catalunya que compartirían PP, Ciudadanos y PSOE. Y, en Lleida, se lamentó la devolución por lo que tiene de pérdida de unas obras catalogadas y protegidas por la ley catalana. El traslado se ha hecho obedeciendo una sentencia del 2015, por la que se condenaba a la Generalitat a devolver cautelarmente las piezas a Aragón. Pero la coincidencia de la fecha en que expiraba el último plazo fijado para el retorno con la campaña del 21-D encrespó los ánimos.
El caso se presta, ciertamente, a su utilización política. Sin embargo, quienes prefieran abordarlo con afán de ecuanimidad quizás admitan de entrada que en él se entremezclan aspectos jurídicos, artísticos, políticos y de política cultural, y que cualquier análisis que ignore esta complejidad puede ser sesgado o incompleto.
Desde la óptica jurídica, es un hecho que los jueces han considerado hasta ahora que la compra efectuada por la Generalitat era nula. Como lo es que la institución catalana ha agotado todos los recursos contra la ejecución cautelar. O que la maquinaria judicial se puso en marcha mucho antes que el 155.
Desde la óptica artística, y con el propósito de evaluar la importancia de las piezas, quizás ayude recordar que de las 44 guardadas hasta ayer en el Museu de Lleida tan sólo siete han sido regularmente expuestas, mientras que las restantes permanecieron siempre en sus reservas. Y aún cabría decir que la cincuentena que custodió el Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC), y que ya fueron devueltas a Aragón en el 2016, estuvieron siempre en los almacenes, nunca en sus salas de exhibición. Como podríamos añadir que el horario de visita estará en Aragón más limitado que en Catalunya. En todo caso, y como criterio general, creemos que no es bueno atomizar las colecciones, sino potenciarlas y convertirlas en poderosos focos de atracción cultural. Por sería un desatino total privar al MNAC en el futuro de algunas de sus pinturas murales románicas, objeto de otro litigio paralelo.
Desde la óptica política, diremos que la ejecución de la sentencia cuando Catalunya está sometida al 155 e inmersa en la campaña del 21-D denota poca oportunidad y menos tacto. Ahora bien, la Generalitat tiene su parte de responsabilidad en el desenlace del caso. El exconseller de Cultura Santi Vila llegó en su día a alcanzar un preacuerdo con Aragón, en el marco de un proyecto de colaboración bilateral de largo aliento, que fue torpedeado por ERC cuando ya tenía fecha de aplicación. Creemos que contenciosos como este sólo pueden resolverse dialogando en pos del acuerdo mutuo.
Por último, desde la óptica de la política cultural, no resulta sencillo dar un apoyo acrítico a la Administración catalana. Cuesta olvidar que esa misma Administración que se lamenta por Sijena mantiene las grandes instituciones museísticas del país –empezando por el MNAC– infradotadas, condenadas a la mera supervivencia. Es lamentable perder recursos como los que ahora se han ido a Aragón. Pero es obligatorio optimizar el rendimiento de los que se conservan.