Apertura de miras
Miquel Roca escribe: “Las próximas elecciones del 21-D y toda la intensidad con que se vive desde hace meses todo lo que afecta al procés nos hacen olvidar, muy a menudo, lo que pasa en el mundo que nos rodea. Tenemos, todos, la tendencia a vernos nosotros mismos como el ombligo del mundo. Todo gira alrededor nuestro o eso nos creemos. Y nos equivocamos. El mundo tiene otros centros de interés y muy a menudo más importantes”.
Las próximas elecciones del 21-D y toda la intensidad con que se vive desde hace meses todo lo que afecta al procés nos hacen olvidar, muy a menudo, lo que pasa en el mundo que nos rodea. Tenemos, todos, la tendencia a vernos nosotros mismos como el ombligo del mundo. Todo gira alrededor de nosotros o eso nos creemos. Y nos equivocamos. El mundo tiene otros centros de interés y muy a menudo más importantes que los nuestros o, en todo caso, se trata de hechos y acontecimientos que afectan o pueden afectar muy gravemente nuestro futuro.
La decisión de Trump de reconocer Jerusalén como capital de Israel puede tener consecuencias muy importantes para la paz en el mundo. No teníamos bastante con el riesgo de Corea del Norte y Trump ha decidido que también se podría desestabilizar el mundo araboisraelí. Ahora que el Estado Islámico parecía perder fuerza, Trump ha querido inyectar nueva gasolina al fuego de aquel conflicto. No es un tema coyuntural; traerá consecuencias y todo el mundo las deberá pagar. Nosotros, nuestro mundo, también.
Por el lado europeo, la señora May se ha visto finalmente obligada a aceptar que el Brexit le costará dinero. Y mucho dinero. Si Gran Bretaña quiere seguir siendo amiga de la Unión Europea, deberá devolverle buena parte del dinero que ha recibido de los socios europeos. El bienestar tiene un coste y Gran Bretaña deberá aprender a reconocer que su bienestar se ha construido, también, gracias a la solidaridad europea. La Unión Europea no es una broma; no es fácil salir de ella ni entrar en ella. Y simplemente mantener buenas relaciones representa aceptar muchos condicionantes que, a veces, se quieren ignorar. Esto también nos afecta; también ha de tenerse presente en
Nada de lo que pasa en el lugar más alejado de la Tierra puede sernos indiferente; todo tiende a proyectar sus efectos más allá de su territorio
la definición de nuestro futuro inmediato.
El comportamiento del Partido Socialdemócrata alemán, con el señor Schulz al frente, tiene mucho de ejemplar. La gran coalición no dio buenos resultados electorales, pero a pesar de esto ahora están buscando las fórmulas que hagan posible que Alemania tenga un gobierno estable, liderado por Angela Merkel. Es una decisión valiente y cargada de sentido europeísta. Quien quiera liderar la Unión Europea –y Alemania lo quiere– ha de dar ejemplo. Ha de dar estabilidad a su acción de gobierno buscando amplios acuerdos en su casa. De esta forma demuestra ante los demás estados miembros de la Unión que el proyecto común que compartir se construye sobre acuerdos entre diferentes. Quien comprende la diversidad interior tiene mucho ganado para moverse eficazmente en el mundo de la pluralidad europea. Esto también nos afecta; la Unión Europea seguirá teniendo acento alemán por méritos propios. Y esto también nos condiciona, nos limita.
El mundo cada vez es más interdependiente. Nos gusta decir que nuestro mundo es el mundo, pero después, en la práctica, nos gusta más cerrarnos en la realidad más próxima, como si el aislamiento fuera posible. Estamos en un mundo global y lo queremos administrar en visión local. Ilusión engañosa y, a la vez, muy inútil. Nada de lo que pasa en el lugar más alejado de la Tierra puede sernos indiferente. Todo tiende a proyectar sus efectos más allá de su territorio. Y la contemporaneidad quiere decir aceptar esta dimensión global, sin perder la ambición local. Pero sin aislarnos del mundo; esta es una pretensión inútil y empobrecedora. Todo se relaciona, todo nos afecta. Todo nos condiciona. Fuera del pequeño mundo de cada día, el gran mundo sigue girando y nosotros con él.