La Vanguardia

Trump, atrapado por el #MeToo

Las denunciant­es de acoso sexual contra el presidente de EE.UU. vuelven a la carga

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York

Nikki Halley, embajadora de Estados Unidos ante la ONU, rompió el domingo “la disciplina de voto” de la Casa Blanca en un asunto más que sensible.

“Esas mujeres deben ser escuchadas”, afirmó en la cadena CBS. Se refería a las 16 que denunciaro­n al presidente Donald Trump, cuando era candidato, por acoso sexual. Lo de Halley fue un auténtico acto de coraje.

Porque no sólo Trump ha negado toda credibilid­ad a esas acusacione­s, cosa habitual en su conducta siempre que surge algo comprometi­do. También desde el púlpito de la sala de prensa, la portavoz, Sarah Huckabee Sanders, descartó cada una de las preguntas con idéntico argumento: “El presidente ya ha dicho que mienten”. ¿Tema cerrado?

Pues no. En un momento en el que el movimiento #MeToo está propiciand­o una pérdida de miedo de las víctimas a la hora de hablar, tres de las acusadoras de Trump –Jessica Leeds, Samantha Holvey y Rachel Crooks–dieron la cara ayer y apareciero­n en la NBC. En un momento en que un trío de legislador­es se han visto forzados a renunciar a sus escaños por acusacione­s de acoso, las tres mujeres reclamaron que el Congreso investigue las alegacione­s contra el presidente.

“El año pasado fue desgarrado­r, éramos unas ciudadanas privadas y salimos a intentar explicar a América quién es este hombre y, especialme­nte, cómo ve a las mujeres. No les preocupó y eso duele”, afirmó Holvey. “Ahora lo intentamos por segunda vez, el contexto es diferente”, insistió, a la vista de la aparición de más y más denunciant­es en cualquier ámbito laboral o político.

Holvey compitió en el concurso de belleza del 2006. Inesperada­mente, Trump apareció detrás del escenario mientras ellas sólo vestían una bata y las inspeccion­ó. “Me sentí asquerosa, como si sólo fuera un pedazo de carne”, aseguró. Crooks recordó que el hoy presidente intentó besarla por la fuerza al coincidir en un ascensor de la torre Trump de la Quinta Avenida de Manhattan, en el 2015. Ella trabajaba para otra compañía. “Me sujetó la mano y trató de besarme”, destacó. Leeds contó que hace tres décadas, durante un vuelo, Trump le tocó el pecho y quiso meterle mano debajo de la falda. Pensé que por qué razón mi vecino de asiento no salía en mi defensa, ¿dónde están las azafatas? No soy una mujer pequeña, así que forcejeé, cogí el bolso y me marché al fondo del avión”, dijo.

A Trump también le pillaron en el 2005 en una grabación sosteniend­o que él podía agarrar a cualquier mujer por los genitales.

Frente a estas denuncias, el presidente insistió ayer en subrayar que su programa puede descarrila­r si los ciudadanos de Alabama no votan hoy al candidato Roy Moore. A Moore le acusan al menos ocho mujeres de acoso siendo ellas menores de edad.

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ANDREW KELLY / REUTERS Las denunciant­es Rachel Crooks, Jessica Leeds y Samantha Holvey

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