La Vanguardia

La república en 3D

- Sergi Pàmies

Para desmentir el cliché malévolo del republican­ismo rural, heredero de una alucinació­n de Àngel Guimerà, Esquerra Republican­a de Catalunya nos invita a visitar Leitat, gran superficie de innovación situada en el Vallès, cerca de la academia de

Operación Triunfo. Marta Rovira, la candidata, llega en un Seat y es recibida por un intenso despliegue político-mediático. Resultado: no se sabe dónde empiezan la comitiva, el séquito, la diplomacia anfitriona y nosotros, la canallesca. Rovira parece agradecer este paréntesis de turismo tecnológic­o a una estructura de nación sin estado financiada, en parte, por la Europa de Bruselas. Que el día se haya levantado belga es casualidad y Rovira asume su papel de invitada con profesiona­lidad. Incluso hace preguntas que nosotros, quizás porque estamos hartos de que nos engañen o porque ya conocemos todas las respuestas, ya no hacemos.

En el lote electoral Rovira representa el producto nacional con denominaci­ón de origen de proximidad y, si me apuras, de kilómetro cero. Podría ser una caja de catanias del Penedès con alma de aceituna arbequina o, si lo prefieren, un bote (de vidrio reciclable) de olivas rellenas de almendra dulce. La catalanida­d afirmativa­mente redundante que representa es una tradición y ella la defiende consciente de su papel de cabeza de lista accidental. La visita obliga a ponerse batas blancas pero, como esto no es Dinamarca, no hay batas para todos. El recorrido incluye oficinas con muchos ordenadore­s y jóvenes con cara de rezar para que los políticos no agraven los niveles tóxicos de precarieda­d y una zona de máquinas de Profesor Tornasol que trabajan para diseñar un futuro en 3D, física y químicamen­te al servicio de prodigios industrial­es y ortopédico­s, automatiza­ciones de productos inimaginab­les y nuevos estados –sin lecturas políticas– de la materia. Todo es impresiona­nte menos las escaleras, vulgarment­e ancestrale­s y con un letrero pegado a los peldaños (“Feu salut, pugeu per les escales”) que invita a cagarte en todo.

Pero la visita, que pretende poner en valor la investigac­ión al servicio de un país mejor, culmina con un canutazo declarativ­o en el que Rovira activa todo su potencial propagandí­stico. Y lo hace con el estilo que la define: de taladro percutor a la hora de aprovechar la oportunida­d de, por este orden, lamentarse, protestar, denunciar, indignarse y exigir. El repertorio se actualiza a medida que la inercia le calienta los motores retóricos: Sijena, el juez Llarena, el 155, la unilateral­idad de Rajoy, Junqueras en la cárcel, las elecciones anómalas, todo culmina en una conclusión que si no es unilateral, lo parece. Pero, más allá de la sonrisa con la que recibe la cadena fabricada gracias a una impresora 3D (no es ninguna metáfora de los métodos carcelario­s españoles, sino una cadena industrial) y de su rictus de opositora infalible a la hora de exponer el temario para el que se ha preparado, lo que más se nota en la actitud y el tono de Rovira es la fe. Una fe que, para bien o para mal, ninguna tecnología en 3D podrá fabricar jamás.

Marta Rovira representa el producto nacional con denominaci­ón de origen de proximidad

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Visita de trabajo. ?? La candidata de ERC estuvo en Leitat, una empresa –se lee en su web– “dedicada a promover equipos especializ­ados en transferen­cia tecnológic­a para una economía basada en el conocimien­to y el desarrollo del talento”
CÉSAR RANGEL Visita de trabajo. La candidata de ERC estuvo en Leitat, una empresa –se lee en su web– “dedicada a promover equipos especializ­ados en transferen­cia tecnológic­a para una economía basada en el conocimien­to y el desarrollo del talento”
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