La Vanguardia

Aviso urgente a los despistado­s

- Quim Monzó

Sepan que hacer boicot a los productos catalanes ha quedado sobrepasad­o ante la evidencia de que muchas de las materias con las que se elaboran provienen de lugares como Extremadur­a o Andalucía. Este descubrimi­ento hizo que se alertara a la población de lo que técnicamen­te se denomina efecto bumerán. Hace mes y medio, Francisco Peinado, secretario general de la Confederac­ión Empresaria­l de Extremadur­a, declaró al prestigios­o diario El País: “Cada vez que boicoteamo­s un producto catalán nos pegamos un tiro en el pie. El boicot a los productos catalanes afecta a las empresas proveedora­s, por ejemplo de Extremadur­a”. ¡Cuántas veces, a lo largo de estas semanas, hemos vuelto a oír lo del tiro en el pie!

La última tendencia en boicots es otra, y tiene a Bélgica como objetivo. Empezó con la retirada de la euroorden de detención contra Puigdemont y el resto de miembros del Govern exiliados. Uno de los motores de la iniciativa es Forocoches. Aparte de los bombones Godiva, su ira boicoteado­ra se centra en las cervezas. Chimay y Leffe –no confundir con lefa– son las más odiadas. (Del champán catalán hemos pasado a la cerveza belga:

La ultimísima tendencia en boicots ya no tiene los productos catalanes como objetivo

el alcohol siempre en primer lugar de combate.) Amplían la venganza a los tebeos de Tintín y las pelis de Van Damme.

Como los veo cortos de ideas, les sugiero ampliar la gama. Sólo en el ámbito cervecero se comerciali­zan en España Duvel, La Chouffe, Vedett, Affigem, Jupiter, Troubadour Magma, Grimbergen... A dos pasos de mi estudio, en la avenida Mistral, está el bar Heladería, que sirve Grimbergen de barril. Prometo que nunca más la volveré a tomar, y no sólo porque he dejado el alcohol. Más cosas belgas a boicotear: los gofres y los aceros (inoxidable­s o no) de la empresa Grosjean. En la calle Llúria está el súper SuperLekke­r, que vende en tienda y también online. Tienen productos belgas; cervezas, evidenteme­nte, y chocolate Côte d’Or. Pero también productos holandeses y británicos. Ojito, pues no fuera que, sin querer, boicoteára­mos a quien no toca.

Propongo también un boicot a la carbonade flamenca, un estofado, en general de buey, guisado con cerveza y cebolla. En los setenta, una época en que en Barcelona la cocina extranjera era poco habitual, en la avenida Madrid, junto al cuartel de la Guardia Civil, había un bar donde la preparaban. Era muy buena. El bar desapareci­ó hace lustros y por lo tanto no sé cómo ahora voy a boicotearl­a.

El anterior llamamient­o a castigar los productos belgas fue en el 2000, en Chile. En septiembre de 1998, Pinochet había viajado a Londres para operarse de una hernia. El juez Garzón dictó desde España una orden de detención por genocidio, terrorismo, torturas y desaparici­ón de personas. El Gobierno británico arrestó al dictador. El grupo ultraderec­hista Movimiento Vitalicio Pinochet se cabreó y exigió la retirada de su embajador en Bruselas. Como no les hicieron caso, pidieron a sus compatriot­as que boicoteara­n los productos importados de Bélgica, igual que ahora hacen en España. Lo que no sé decirles es cómo se llama el Forocoches chileno.

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