La Vanguardia

La metáfora Sijena

- Pilar Rahola

Decía el filósofo cínico Salustio que la concordia hace crecer las cosas pequeñas y la discordia arruina las grandes. Sin duda es evidente que la práctica regular de la concordia crea una red de pequeñas complicida­des que permite ir más allá. La concordia es la atmósfera que da oxígeno al primer diálogo y de este diálogo en pequeño pueden surgir después los grandes pactos. A la inversa, la discordia es un contaminan­te eficaz que tiende a dejar la tierra quemada.

Y en este punto estamos: en tierra quemada. Estos días se usa mucho la palabra concordia y los opinadores bienintenc­ionados la reclaman como si fuera un maná que calme el hambre de confrontac­ión. No puedo estar en desacuerdo, porque es evidente que las cosas funcionarí­an mejor si se restableci­eran los puentes de diálogo. Y para conseguirl­o, hace falta un clima básico de concordia. Pero, y ahora viene la adversativ­a, la concordia no nace por generación espontánea sino que surge de una voluntad minuciosa y persistent­e de entenderse. Y es aquí donde la realidad se da de bofetadas con las buenas intencione­s.

¿Cómo se puede trabajar para la concordia

Se ha usado un patrimonio artístico delicado para poder marcar un gol en la portería catalana

desde posiciones de prepotenci­a y venganza? ¿De qué manera recoseremo­s heridas (tal como pedía Antoni Puigverd ayer mismo), con gente en la prisión, amenazas de encausar a más personas, persistenc­ia en convertir los juzgados en parlamento­s fallidos y con acciones como la última de Sijena, que son de una chapucería rayando el insulto? Lo que ha pasado con las obras de arte del Museu de Lleida es la metáfora de este clima envenenado que nace de un sentido del poder autárquico y abusivo. Un clima que es el que nos ha llevado hasta aquí. Con el añadido de que se ha usado un patrimonio artístico delicado para perpetrar un burdo “a por ellos”, que tenía como única intención marcar un gol en la portería catalana.

Y se ha hecho sin ni siquiera guardar las formas, tal vez porque la prepotenci­a no necesita ni educación ni elegancia. Al contrario, el mensaje era explícito: el 155 es un agujero negro que tanto puede servir para destituir a un presidente como para convocar unas elecciones o forzar abruptamen­te un traslado artístico.

El tema de Sijena no puede sumar más despropósi­tos: tomar una decisión traumática cuando no se ha acabado la causa; hacerlo cuando el Govern catalán no puede presentar alegacione­s porque está suspendido; decidirlo un juez provisiona­l que, nada más tomar la decisión, deja el juzgado, y enviar a la Guardia Civil con el fin de remachar el mensaje de la fuerza. Por el camino no se han tenido en cuenta las contingenc­ias del caso, ni el dinero que la Generalita­t ha dedicado a comprar las obras, salvarlas, restaurarl­as y tenerlas en las condicione­s, ni el lugar donde serán guardadas. Con todo sumado, es difícil imaginar que lo que buscan es la concordia. Más bien parece que sólo aspiran a tenernos de rodillas.

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