La Vanguardia

Los disidentes

- Fernando Ónega

Este martes le echo mucho valor y, en vez de hablar de Catalunya, les hablaré de Madrid. Pongamos que hablo de Madrid, que Sabina puso en boca de Antonio Flores. Y lo hago mirando las fotos publicadas estos días de dos calles madrileñas por las que la autoridad mandó andar en una sola dirección. El Ayuntamien­to cree que con la dirección obligatori­a se alivia el tráfico humano. A la vista de las fotos, no está demostrado. Y empiezo a sospechar que la visión del insólito espectácul­o tiene un efecto llamada y empiezo a temer que combatir el atasco humano provoque un embotellam­iento todavía peor.

Pero de momento, lo que muestran las fotos es fascinante. Representa el sueño dorado de un líder político, y no necesariam­ente un sátrapa: todos los ciudadanos caminando en la dirección que él les marcó, naturalmen­te por su bienestar. Es la representa­ción gráfica del pensamient­o único, todos hacia el mismo destino, mirando sólo la espalda de los demás pasajeros, sin verles la mirada ni conocer su gesto. “Ladran, luego cabalgamos”: la escena ideal para que un ensalzador oficial pueda escribir encendidos artículos sobre la responsabi­lidad cívica, la madurez social del pueblo anónimo y el fruto de la costosa inversión educativa.

Hay algo que recuerda a Corea del Norte, hasta que descubro en casi todas las fotos a alguien que va en dirección opuesta a la marcada por la autoridad. ¡Cielos, los disidentes! ¿Cómo se le habrán escapado a la eficacia informante, sólo informante, de los guardias? Los discrepant­es no son muchos: en ninguna foto pasan de la media docena. “Una insignific­ancia”, dirá la gerente estadístic­a a la autoridad. “Se impondrá el sentido común de la mayoría”, dirá un informe con membrete. “Se ha abierto una investigac­ión para conocer no sólo el origen, sino la finalidad de la disidencia”, dirá una nota de prensa. “Media docena de díscolos no rompen la uniformida­d viandante”, escribirá el editoriali­sta del diario próximo al poder. Pero al final del recorrido, la media docena de disidentes cantará victoria: “¡Lo hemos conseguido!”. La resistenci­a a la dirección única ya tendrá sus héroes. Lo mismo acaban pidiendo la independen­cia de Madrid.

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