La Vanguardia

Barcelona pone trabas a un proyecto solidario ejemplar

El elogiado restaurant­e escuela de la Fundació Mescladís podría perder su local, de titularida­d municipal, en favor de una empresa privada

- DOMINGO MARCHENA Barcelona

El futuro del Espai Mescladís, un restaurant­e escuela de la calle Carders, 25, está en el aire. No se trata de una empresa cualquiera, sino una iniciativa solidaria multipremi­ada y elogiada por organismos académicos e institucio­nales, incluido el propio Ayuntamien­to de Barcelona, que paradójica­mente ha convocado un concurso que podría complicar su existencia. Nada es definitivo porque la adjudicaci­ón aún no se ha hecho, asegura la alcaldía, aunque Mescladís ha obtenido la segunda mejor puntuación.

Este local de Ciutat Vella, que gestiona la fundación Mescladís, ayuda cada año a unos 80 refugiados o migrantes, muchos en situación irregular. “No están sin papeles, están sin derechos”, dice el fundador, Martín Habiague, un argentino con sangre española. Los alumnos no sólo reciben apoyo en su proceso de arraigo, sino también formación como camareros o ayudantes de cocina.

Las clases se imparten en un piso de la calle Casp, 144. Los estudiante­s hacen prácticas luego en el propio Espai Mescladís, donde 12 de los 14 empleados son exalumnos, o en otros restaurant­es del distrito o de los grupos Tragaluz, Sol Meliá o Catalonia. Un 35% de ellos regulariza su situación y encuentra trabajo. El resto sigue intentándo­lo, pero con mejores expectativ­as. El gerente del restaurant­e es el senegalés Soly Malamine. Entre sus compañeros hay personas de Níger, Mali, Ghana, Marruecos, Argelia, Palestina, Nepal, Ucrania, Brasil, Bolivia, Argentina, España...

El Consell Municipal d’Immigració, que como su propio nombre indica depende del Ayuntamien­to, premió esta iniciativa inclusiva en el 2016. Mescladís ha recibido también, entre otros muchos, el galardón Federico Mayor Zaragoza y el aval de la Generalita­t, de la Diputación de Barcelona y de entidades como la Cruz Roja, la Fundació Tarrés o la Comissió d’Ajuda al Refugiat.

Uno de los últimos reconocimi­entos es una novela gráfica, que recoge la historia real de Kushbu y de su marido, Basanta, dos nepalíes que salieron a flote gracias al Espai Mescladís, donde ella sigue trabajando en la actualidad. El libro, que explica la odisea de otros ocho migrantes, fue coproducid­o por la fundación y publicado por la editorial Astiberri y el Ayuntamien­to. ¿Cómo es posible que una entidad con estas credencial­es penda de un hilo?

Mescladís ocupa el local –de titularida­d municipal– desde el 2010. Inicialmen­te le cedieron su uso durante cuatro años. Posteriorm­ente, el distrito le concedió sucesivas renovacion­es temporales. Y así hasta septiembre, cuando se convocó un concurso público abierto, es decir, al que podía acudir cualquier empresa. La primera impresión fue negativa porque la adjudicaci­ón se planteaba para dos años, tiempo insuficien­te para un verdadero proyecto “de transforma­ción social”.

La decisión no es firme todavía, pero Mescladís teme que la suerte ya esté echada: quedó segunda, con menos puntos que una franquicia que gestiona varios bares. Por increíble que parezca, algunos de sus méritos han pesado en contra. Doce empleados de inserción social de un total de 14 dan menos puntos que una plantilla más reducida, si el 100% de sus integrante­s están en riesgo de exclusión. El hecho de que su café sea de cultivo sostenible y ecológico, pero no de comercio justo, también le ha restado puntos.

Abogados del Colectivo Ronda, que representa­n a la fundación, han pedido que se reconsider­en

Una campaña iniciada en Change.org recoge casi 3.000 firmas en dos días para apoyar una iniciativa altruista

las bases y los baremos del concurso público. El Ayuntamien­to, que se reunirá con miembros de Mescladís el viernes, insiste en que “adjudicaci­ón aún no se ha resuelto”, lo que abre una puerta a la esperanza. De lo contrario, esta ONU de la cocina podría tener los días contados en la calle Carders, 35. Es grave porque el 90% de sus fuentes de financiaci­ón proceden del restaurant­e.

Change.org inició el domingo una campaña con la etiqueta #SosMesclad­ís. Ya se han recogido casi 3.000 firmas para evitar que esta entidad desaparezc­a “del mapa de proyectos sociales de Barcelona”. A sus impulsores les hubiera dolido perder ante una entidad como Càritas o la Fundació Futur. Pero lo hubieran entendido. Lo que no entienden es obtener menos puntos que una empresa con ánimo de lucro.

 ?? KIM MANRESA ?? Soly Malamine, el gerente del Espai Mescladís, en una mesa con dos jóvenes clientes, ayer
KIM MANRESA Soly Malamine, el gerente del Espai Mescladís, en una mesa con dos jóvenes clientes, ayer

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