A golpe de porra... de madrugada
A golpe de porra, de madrugada y por la inesperada puerta del artículo 155. La incapacidad política en la resolución del eterno conflicto entre dos vecinos, como son Aragón y Catalunya, por la propiedad de unas obras de arte que ambos reclaman como suyas ha quedado retratada como nunca. La puesta en escena de la última batalla lejos de calmar los ánimos –no hay que olvidar que quedan otras obras en litigio– ha encendido aún más la mecha. La comitiva aragonesa entró en el museo a una hora intempestiva. “Con nocturnidad y alevosía”, sostenían algunos, incluso desde el lado aragonés. Podría haberse esperado a la primera luz del día para ejecutar la sentencia que da la razón a Aragón. Todo habría sido menos tenebroso. Con más apariencia de legalidad. Pero la parte que se ha apuntado la última victoria, escarmentada por la respuesta catalana a otras resoluciones que les daban la razón, no ha querido perder en esta ocasión ni un minuto. Era su oportunidad de oro, pues el último fallo judicial les autorizaba incluso a usar la fuerza si encontraban oposición, lo que no pasó. Y además esa sentencia no podía dictarse en mejor momento para ellos, con el “enemigo” disperso y ocupado en otras cosas. Así que debieron de pensar: ahora o nunca.
Todo el mundo esperaba que la operación se iniciara a primera hora del lunes. Pero a media tarde del domingo todo se aceleró. Los Mossos, unos mandados en este caso, recibieron la orden de acordonar los alrededores del museo pasada la medianoche de ayer. Y lo hicieron a conciencia, con un despliegue policial jamás visto en un asunto relacionado con el arte. Se mascaba ya lo inevitable. Àngel Ros, alcalde de Lleida, fue la primera autoridad en plantarse ante las puertas del museo, pero los agentes le cortaron el paso (de nada le valió su condición de paer en cap) y se quedó en la calle.
Hubo cargas policiales (papel reservado en este caso para los Mossos) mientras que la Guardia Civil, siempre al lado de la comitiva aragonesa, se mantuvo en una discreta segunda fila. Cada fuerza del orden a lo suyo. Hubo empujones, golpes de porra, personas que rodaron por el suelo, contusionados, lágrimas y una generalizada sensación de impotencia. Para la mayoría de esos concentrados el tema ya no iba de obras de arte, ni de conflictos entre obispados o controvertidos contratos de compra venta. Ni tan siquiera de la incapacidad política (con reparto de culpas) para alcanzar un pacto. Todo se vivió como una humillación. “Este es otro robo a Catalunya, nos lo están quitando todo”, afirmaba uno de los manifestantes. Retomar ahora el diálogo entre esos vecinos (las obras están hoy a sólo una hora de camión de donde reposaban ayer) va a ser muy difícil. La política, que tanto rédito ha sacado siempre a este conflicto desde todos los bandos, está ahora revuelta como nunca. Para los perdedores, lo de Sijena es una agresión más a Catalunya; para los vencedores sólo se ha hecho justicia, sin que importe si esta se ha impartido a pleno sol o de madrugada.
El momento era el más apropiado, con un “enemigo” disperso y ocupado en otros asuntos