Naufragio moral en Alabama
Los republicanos ponen en peligro su autoridad ética al apoyar a Roy Moore al Senado
Sassy también votó.
Tras las imágenes de Roy Moore llegando la colegio electoral cabalgando a Sassy, su équido, uno de los comentaristas confesó: “Esta es la campaña más absurda que he visto”.
A esta hora ya se sabrá quién ganó el escaño vacante en el Senado por Alabama, en esta “guerra” entre juristas que deja un descalabro en la política como tal.
Frente a Moore, un evangélico ultraconservador, estaba el demócrata Doug Jones, antiguo fiscal federal. Los dos pugnaban por el asiento que dejó Jeff Sessions al asumir el la titularidad del Departamento de Justicia.
Había en juego más que un asiento en una cámara donde el poder republicano está en peligro. La irrupción de al menos ocho mujeres que acusan a Moore de acoso, siendo menores, ha puesto la moralidad de la política en el vertedero. El establishment republicano, con Mitch McConnell, máximo cargo en el Senado, puso el grito en el cielo. Se postularon en contra de su propio candidato, en un momento en que en este país entonan el mea culpa relevantes personalidades por sus abusos sexuales.
Así estaba la cosa hasta que Donald Trump decidió que necesitaba los votos amigos de esa cámara, por lo que mostró su total apoyo a Moore, en contra de sus aliados en Washington.
Una vez que “el gran líder” dio su veredicto, todos los otros, incluido McConnell, aceptaron y repitieron la muletilla de la Casa Blanca. “Que decida Alabama”. ¿Y las supuestas víctimas? Pues como si no existieran. Ninguno ha ido tan lejos como Trump, que insinuó que todo se trata de una conspiración demócrata.
Muchos republicanos se muestra más que preocupados. Piensan que han sacrificado al autoridad ética del partido. El ex aspirante a la Casa Blanca Mitt Romney ha sido una de las voces más poderosas. Como réplica, Trump se ha puesto a trabajar para frenar su aspiración de lograr un sitio en el Senado.
La respuesta del presidente con Moore es calcada a la que aplica consigo mismo.
Trump está molesto con su embajadora en la ONU, Nikki Haley, porque dijo que se ha de escuchar a las mujeres que acusan al propio presidente.
Estas han vuelto a dar la cara. Trump las despachó con un “todo es falso e inventado”. Varios legisladores, sin embargo, pidieron la dimisión de Trump y éste sólo respondió a la única mujer, la senadora Kirsten Gillibrand.
Ayer la calificó en un tuit de “peso ligero”, de “lacaya” y de que fue a rogarle no hace tanto una contribución para su campaña. “Haría cualquier cosa por las contribuciones”, añadió.
Su reacción sexista, insinuando lo peor, provocó una repulsa general entre los demócratas y un silencio mayoritario entre los conservadores. La portavoz de la Casa Blanca, Sarah Huckabee Sanders, contestó que “es un pronunciamiento obvio, que ya hizo en campaña por la corrupción del sistema, que está roto y por el que ganó”.
Gillibrand replicó a Trump: “No me harás callar, ni a mí ni a millones de mujeres que denuncian la vergüenza que has llevado a la Sala Oval”, proclamó.
El presidente lanza un grave insulto contra una senadora que pidió su dimisión ante las acusaciones de acoso