Percepción
Recién retornado de EE.UU., Josep Cuní me cuenta sus impresiones del universo Trump. Después de días sumergido en las aguas turbulentas de esta América vitriólica, acumulando material para un reportaje sobre el primer año del exótico habitante de la Casa Blanca, Josep es una fuente fiable para entender la letra pequeña del fenómeno. Y la sorpresa llega sin avisar, con un desmentido del tópico: no sólo no está en caída libre sino que mantiene una sólida popularidad.
Reconozco mi sorpresa porque –y perdonen la falta de modestia– acostumbro a estar al día de la política norteamericana, cuyo interés cultivo desde hace décadas. Y precisamente porque creo estar informada, no entiendo el error de diagnóstico. A pesar de que fui de los pocos que intuyeron su victoria, porque los síntomas eran claros (hundimiento de Hillary, populismo antisistémico, odio al clan de Washington, etcétera), también me convencí posteriormente, en paralelo con la prensa europea, que la estrella de Trump se había estrellado. Los datos eran demoledores: no ha hecho efectivo el 90% de las promesas que aseguró cumplir en su primer año de mandato, y los grandes media norteamericanos se han puesto las botas con los detalles; los
Los grandes de la CNN, o el ‘Times’, o el ‘Journal’ se han convertido en voceros de ese Washington tan odiado
comentaristas de Washington hablan de una administración caótica, desaparecida en lo internacional, y fallida en lo nacional; y los programas de humor se llenan de Trumpitos que emulan las gestas del pintoresco presidente. Todo sumado, a Trump se le acaban los aplausos y los tiempos, o eso parecía…
Sin embargo, no es ese el diagnóstico de Cuní, después de haber paseado su fuerte instinto periodístico por los diversos mundos del mundo yanqui. Al contrario: Trump está fuerte, ha consolidado una América de dos bloques, con los suyos en pie de guerra ante la otra América, la que sitúan bajo el paraguas del poder establecido. Y la metáfora del poder, a pesar de ocupar la máxima representación del Estado, no sería él, sino el viejo Washington, con sus periódicos, su vida social, sus políticos y sus intelectuales. Me comentaba Josep que había leído expresiones contra los liberal media, esos mismos media que leemos nosotros, convertidos los grandes de la CNN, o el The New York Times , o el The Wall Street Journal en voceros de ese Washington tan odiado. En alguna de sus entrevistas, aparece un adverbio poderoso: enough. Es decir, “basta” de reírle las gracias a Hollywood y creerse al The Washington Post, basta de la América de la aristocracia política: han llegado los sheriffs. Y acaba: “Trump está fuerte”.
¿Dónde estuvo el fallo de diagnóstico, pues? Y la respuesta está clara: lo consideramos acabado porque leemos esos mismos liberal media que ellos no leen y creemos que nos dan el retrato preciso. Es decir, leemos lo que nos gusta, y con ello estamos más cerca de nuestros deseos, y más lejos de la realidad. Interesante reflexión sobre la América de Trump. ¿O estábamos hablando de algo más cercano?