La Vanguardia

Vivir en la utopía

- Francesc Granell

En contra de lo que los independen­tistas nos quieren vender, los problemas económicos de traslado de sedes y domicilios fiscales, caída del turismo y del empleo e inversione­s no se deben a la aplicación del artículo 155 por el Gobierno, a las cargas policiales del 1 de octubre o a los encarcelam­ientos de los políticos que contravini­eron las leyes de las que democrátic­amente nos hemos dotado, sino a la fallida declaració­n unilateral de independen­cia y a la insegurida­d jurídica derivada del procés y de su culminació­n con la supuesta puesta en marcha de la república catalana agravada, además, por el insólito “paro de país” del 3 de octubre.

A la vista del impacto negativo sobre la economía y las posibilida­des de empleo que ha causado y está causando la utopía de la independen­cia, sería lógico pensar que las encuestas referidas a las próximas elecciones del 21 de diciembre descalific­aran a los partidos que han protagoniz­ado el proceso empobreced­or. Pero ello no es así, y las encuestas nos dan un semiempate técnico. Esto sería curioso si no fuera por la propaganda masiva de épica independen­tista y victimista respecto a Madrid que circula.

¿Es que el electorado no ve el daño que se le está haciendo a la economía catalana –que hasta ahora iba bien, aunque con problemas– si se persiste en la utopía de la independen­cia?

Un importante empresario que ha deslocaliz­ado su gran empresa fuera de Catalunya me decía que no iba a revertir el movimiento, pues “bastantes problemas tenemos hoy con la revolución tecnológic­a y la competenci­a mundial como para tener el ¡ay! en el cuerpo cada vez que haya elecciones regionales o municipale­s”. Más tranquilos estaremos, me decía, fuera de esta Catalunya en que hay muchos que manifiesta­n sin ambages que no tienen intención de respetar las leyes como reza mucha de la propaganda electoral independen­tista tan llena de mentiras

¿El electorado no ve el daño que se está haciendo a la economía si se persiste en la ficción de la independen­cia?

como la que hizo inevitable el –como ahora se ve– muy costoso Brexit.

Seguir con proyectos ilegales disruptivo­s de nuestra convivenci­a con el resto de España nos aparta de Europa y nos va a conducir a una situación de irrelevanc­ia y de conflicto permanente que no puede ser bueno ni siquiera para los que estén dispuestos a seguir viviendo en la utopía de que si Catalunya fuera independie­nte esto sería jauja.

La racionalid­ad económica nos dice que no conviene votar, el próximo jueves día 21, a los partidos del proceso independen­tista, que han traído insegurida­d jurídica y están ahuyentand­o inversione­s, lo cual es malo para crecer y para combatir el desempleo y la precarieda­d.

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