La Vanguardia

Cuando los partidos son sólo un matiz

- Fernando Ónega

Naturalmen­te que sólo son encuestas. Naturalmen­te que sólo sirven si las urnas las confirman. Y naturalmen­te que no se pueden usar como diagnóstic­o definitivo. Pero, como dice el tópico, son la foto de un momento. Y las fotos tomadas ayer desde las estaciones espaciales demoscópic­as confirman lo que veíamos a ras de tierra: dos Catalunyas. Es la división ideológica y política que estalla en los debates electorale­s. Y es ya la división sentimenta­l que impresiona en las conversaci­ones privadas. Sí, hay dos Catalunyas: la que, de acuerdo con su intención de voto, no está dispuesta a renunciar a la independen­cia, cualquiera que sea el precio que pagar, y la que entiende que no hay vida fuera de España ni de la Unión Europea. Ninguna novedad. Lo que harán las votaciones del próximo jueves será cuantifica­rlas. Después vendrá lo más difícil: demostrar que ambas pueden convivir.

Primera conclusión de esas fotos aéreas: nunca se había visto tan clara una división por bloques, incluso con esa deformació­n temporal del “bloque del 155”. Los partidos se pelean entre sí. Esquerra asiste alarmada al crecimient­o de Junts per Catalunya. JxCat quiere derrotar a Esquerra para legitimar a Puigdemont. Ciudadanos quiere derrotar al PP y al PSC para dominar la franja constituci­onalista. El PP quiere frenar a Ciudadanos para que no le quite los escaños de Lleida, de Girona o de Tarragona y se lo regale a la CUP por el reparto de restos de la ley D’Hont. Y el PSC asegura que no hará presidenta a Arrimadas. Todos a la greña, pero la sociedad ha repartido el territorio: dos bloques. Lo demás existe en esta convocator­ia, pero se queda en matices. No hacen falta los programas, porque el personal ya redactó el suyo: irse de España o quedarse. Las siglas sólo son tonalidade­s.

Segunda conclusión, no extraída de las encuestas, sino del ambiente: hoy por hoy esos bloques o frentes son irreconcil­iables. En debates y discursos no he visto un solo punto de conexión, porque los objetivos son radicalmen­te opuestos. Y, si fuese posible una coalición transversa­l que superase el frentismo (un gobierno de ERC, PSC y Catalunya en Comú), determinad­a prensa se encargaría de hacerla indeseable. Ya lo está haciendo, antes de cazar al oso.

Y tercera conclusión: todo es posible. Es posible que surja una mayoría estable o el castigo de repetir elecciones. ¿Y saben lo que les digo? Que eso casi es lo de menos. Creo que lo importante empieza a ser, vuelve a ser, que el poder central entienda que el independen­tismo sigue ahí y que el independen­tismo entienda que media Catalunya quiere pertenecer al Estado español.

No hacen falta los programas, porque el personal ya redactó el suyo: irse de España o quedarse

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