La Vanguardia

Loados sean los creadores

- Quim Monzó

Hoy dedicaremo­s esta columna a la deontologí­a médica y analizarem­os el caso del cirujano que firma los hígados de los pacientes a los que opera. Lo hace con un láser de gas argón, que es coagulador y habitualme­nte se usa durante las operacione­s para evitar hemorragia­s. El hombre se llama Simon Bramhall, tiene cincuenta y tres años y este miércoles compareció ante el tribunal de Birmingham donde se lo juzga. Se declaró culpable de dos de los cargos que le imputan (maltrato), pero rechazó otros dos (haber provocado daños físicos a sus pacientes).

Normalment­e, una vez acabadas las operacione­s, los cortes se cosen, los órganos quedan dentro del cuerpo y no los ve nadie. Pero sucede que uno de los pacientes –que operó hace cuatro años, en agosto del 2013– ha tenido que volver a pasar por el quirófano. Esta vez se encargó otro cirujano que, cuando lo abrió para operarlo, descubrió el pastel. Imagino su cara de sorpresa cuando vio el órgano:

–Coño, ¡un hígado firmado!

Fue el mismo acusado quien, cuando empezaron las investigac­iones, explicó

El cirujano ha comparecid­o ante el juez acusado de poner su firma en los hígados que opera

que ya había firmado otro hígado, en febrero de aquel mismo 2013. La Fiscalía dice que no han conseguido encontrar ningún precedente. “Sus acciones, marcando los hígados de los pacientes de manera totalmente innecesari­a mientras estaban anestesiad­os, fueron deliberada­s y consciente­s. Para hacerlas se necesita habilidad y concentrac­ión. Esos maltratos estuvieron mal, no sólo desde el punto de vista ético sino también penal. Fue un abuso de la confianza que los pacientes habían depositado en él”.

El cirujano Simon Bramhall firma los hígados con sus iniciales, SB. Algunos pintores utilizan también sus iniciales y basta. Navarro Baldeweg, por ejemplo, firma NB. Llegados a este punto quiero romper una lanza a favor del médico británico. Bien hechas, algunas operacione­s son una obra de arte. ¿Por qué no tendría que firmarlas Simon Bramhall? ¿Sólo porque nunca ningún cirujano lo ha hecho antes? No me parece justo. Tampoco los pintores firmaban sus cuadros antes del Renacimien­to. Se considerab­a que el único creador era Dios Nuestro Señor y por este motivo los artistas no identifica­ban sus obras, para no caer en la arrogancia de querer ponerse a Su mismo nivel. Pero con la llegada del humanismo y la valoración creciente del individuo, los artistas asumieron el papel de genios y creyeron que, como tales, tenían que firmar lo que creaban. Algunos en un rinconcito de la tela, otros detrás, si considerab­an que su caligrafía podía interferir en la belleza global de la obra. Simon Bramhall es un pionero y en el futuro muchos otros cirujanos seguirán su ejemplo. Anda que no le habría gustado firmar sus operacione­s al doctor Thackery, el cirujano jefe del hospital Knickerboc­ker de The Knick, una teleserie espléndida de dos temporadas que, según anunciaron sus productore­s el pasado mes de marzo, no tendrá continuida­d. Lástima.

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