Mi vida en un clic
Llega Navidad, el año se acaba y, contrariamente a lo que cabría esperar, todo se acelera. El tiempo no se vuelve a congelar exactamente hasta la sobremesa del día 25. O la resaca del 1. Antes se tienen que hacer listas, encargos, reservas, cenas y quizás algún viaje. El jueves mi madre me recordó que el fotoperiodista Horacio Seguí, que ya ha cumplido los 88 año, presentaba Mi vida en un clic, una selección de sus fotos y memorias, en la sala Berlín del Camp Nou. Pero yo tenía al pequeño enfermo, al mayor entrenando, a mi mujer en una cena y, en fin, esta columna por escribir. De camino hacia Montjuïc, donde tenía que recoger al mayor, escuché a Albert Om, en RAC1, explicando la historia que hay detrás de la célebre foto de Albert Einstein en la que enseña la lengua. Qué idea más bonita para la radio, pensé: hablar de una imagen, sin poder verla, suponiendo que todos la tenemos guardada en la memoria.
Cuando trabajaba en Barça TV copié una idea parecida, del canal Arte francés, para un programa que no acabé dirigiendo. Se trataba de escoger las mejores fotografías del espectacular archivo Seguí y preguntarle por la circunstancia y el contexto en que las había hecho. Con sus respuestas, tendríamos un magnífica pista sonora para explicar de primera mano, y foto a foto, la historia de los últimos 60 años del club. Guardiola sonriente en el césped de Wembley, la tijera de Krankl contra el Rayo, el gol de kárate de Cruyff, la final de las botellas... El resultado, con realización de Àlex Ortolà, fue magnífico. Como quien se busca a sí mismo cuando revisa fotos colectivas, admitiré que aproveché la ocasión para buscar fotos de mi padre, que había trabajado en el club en los
Lo primero que llama la atención, cuando miras la obra de Seguí, es la naturalidad de su punto de vista
años setenta y, hacia el 2007, todavía hacía poco que había muerto.
Lo primero que salta a la vista, cuando miras con detenimiento la obra de Seguí, es la naturalidad de su punto de vista. Aunque reconozcamos celebridades como Dalí, la Motta, Kubala, o la Feliu, Seguí los trata con la misma ternura y proximidad con que fotografía a su hija. No hay ninguna voluntad mitificadora en sus imágenes, ni se concede un solo exceso estilístico. Después, el hecho de que todos y cada uno de los personajes parecen vivos ante la cámara. La espontaneidad de sus expresiones sólo puede ser debida a aquella doble habilidad que tienen los grandes fotógrafos: primero, la de estar allí donde pasan las cosas y, después, la de desaparecer.
El jueves por la noche, mientras esperaba a mi hijo, y Horacio presentaba el libro, recordé una conversación telefónica que tuvimos hace cosa de un mes: “¿Aquel bebé que fui a fotografiar a la clínica, recién nacido, en brazos de Marjolijn, eras tú, David?”.