La Vanguardia

“No quería seguir así”

Harto de derrotas, Carlos Delgado se purificó la mente: hoy es un astro del futvóley

- VUELTA Y VUELTA Sergio Heredia

Es en las noches de diciembre, cuando el termómetro está a cero, cuando más pensamos en el sol

Víctor Hugo, Los miserables

Aquel día, hará nueve o diez años, Carlos Delgado dijo basta.

Estaba en Antibes. Él y su pareja de futvóley, Pablo Carcelén, acababan de enfrentars­e a Alemania.

Habían perdido por 18-4. Un sonrojo. Ambos se miraron y se dijeron: –¿Vamos a seguir así?

Basta.

–¿Y qué hicieron? –le pregunto. –Dejamos de pasar el rato en la playa. Desde aquel día, cada colocación, cada toque, cada instante de cada entrenamie­nto en la playa de San Juan, en Alicante, debía suponer una lectura mental para la mejora. –¿Y qué ocurrió?

–Dejamos de caer en la primera fase de grupos. Luego empezamos a llegar a los cuartos de final. Y luego fuimos más allá. Desde el 2010, hemos alcanzado las semifinale­s en casi todos los torneos que hemos disputado.

–¿Y cómo se cambia ese chip?

–En primer lugar, debes pensar de otro modo. Debes abandonar esa tentación que te lleva a echarle la culpa al otro. Eso destruye parejas. Nosotros tenemos una norma: puedes exigirle más al otro. Pero independie­ntemente del fallo del otro, tú siempre puedes hacerlo mejor.

–¿Y los dos están de acuerdo en eso? –Llevamos 16 años jugando juntos. En el campo sólo nos hemos discutido un par de veces. Esas dos discusione­s las tengo grabadas aquí.

Lleva el índice a la frente.

Carlos Delgado es vehemente en el discurso. Gesticula y bracea. Mantiene atento al interlocut­or. Le va el oficio en ello.

Ofrece charlas, conferenci­as, debates. Se explaya hablando de técnicas de negociació­n, fórmulas para levantar una empresa, ejercicios de motivación para pymes... Lo hace a través de Level

Up, la empresa que creó hace cinco años.

Lo combina todo. Las conferenci­as en Level Up y su afición por el futvóley.

(...)

Vamos a ver qué sabe hacer.

–¿Qué sabe hacer con la pelota?

–le pregunto.

Nos levantamos de la mesa. Estamos en el Mokaï Beach Bar, en la playa de la Nova Icària. Pisamos la arena. Carlos Delgado agarra el balón y se lo pasa de una pierna a la otra. De vez en cuando se la manda al pecho.

El balón nunca se escapa.

Le hubiera gustado ser futbolista. Lo probó por un tiempo. A los

16 años jugaba en el Betis Florida.

–¿No lo conoce?, es el segundo equipo más importante de la zona, tras el Hércules.

–¿De qué jugaba usted?

–Era mediocentr­o. El Hércules me llamó. Podía haber subido a la división de honor, la máxima categoría de los juveniles. Me prometiero­n una ficha. No llegó. Elegí dedicarme a estudiar. –¿Qué hizo?

–Telecos.

–No podía haber escogido usted una carrera más exigente...

–En las casas, los padres suelen creer que tienen a Messi. No era así en la mía. Mis orígenes son humildes. Mi padre era tapicero y mi madre le ayudaba. Había la obsesión por estudiar, salir de eso. Y un mensaje realista: el fútbol es muy complejo y te puedes quedar en nada. Decidí: no sería grande en el fútbol, pero sí en los estudios.

–No todos los jóvenes piensan así... –Me tocó madurar siendo muy joven. Desde que nací, presencié en casa disputas familiares. Empaticé con mi madre. Hice el papel de mi padre: intenté mediar y consolarla. Así maduré. Luego se separaron.

–¿Y cómo llegó al futvóley? –A veces, al mediodía, Pablo Carcelén y yo comíamos juntos. Estábamos en la biblioteca del Postiguet, en Alicante. Un amigo jugaba en la playa. Probamos. Era muy difícil, pero nos enganchó. Ya no nos paramos.

Desde entonces se entrenan tres días a la semana. Lo hacen al mediodía, robándole un puñado de horas al trabajo.

–Al fin y al cabo, no deberías pasarte el día trabajando. La clave está en invertir bien tu tiempo –dice–. Todos tenemos 24 horas al día. ¿Cuántas tiene Amancio Ortega? ¿Y Bill Gates? –Tantas como yo.

–En el deporte, como en la empresa, quien gana es la mente. Esa certeza puede producir resultados. Cuando fundé Level Up, lo pasé mal. Montaba conferenci­as y apenas asistían cuatro oyentes. Y dos de ellos eran mi hermana y una amiga suya... Me dije: ‘¿Qué no hago bien?’ En vez de rendirme, cambié contenidos. La estrategia de la gran empresa no le valía a la pyme. Bajé precios. Me dije: ‘Explicar la historia de Google o Amazon es fácil. Contar la historia del chiringuit­o o de la tienda del barrio es algo distinto’. Por allí tiré.

En el 2015, Level Up facturaba 421.000 euros. En el 2017, dos millones. Ya ha publicado dos libros. El último, Despertar de la pyme, acaba de salir al mercado.

Me cuenta que a veces, en alguna de sus visitas a Barcelona, ha jugado al futvóley junto a Ronaldinho. Cuando eso ocurre, la playa se llena de curiosos.

–Le diré algo. Ronaldinho no es el mejor en esto. Su juego tiene vicios. Tardaría muchos años en alcanzar nuestro nivel.

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ÀLEX GARCIA Carlos Delgado, en acrobático remate, hace unas semanas en Barcelona
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