La Vanguardia

Nuevo líder para una derecha desnortada

AMBICIOSO, OPORTUNIST­A Y POCO POPULAR ENTRE LOS FRANCESES, INCLUSO LOS DE DERECHAS, A WAUQUIEZ LE TOCA RECONSTRUI­R SU PARTIDO BUSCANDO EL VOTO ULTRA

- RAFAEL POCH París. Correspons­al

Viene de una familia burguesa del norte, textil por parte de madre, banquero por parte de padre

Es un competidor, aficionado a la música electrónic­a y la ciencia ficción, y que prefiere la equitación al fútbol

En la política francesa hay dos tipos que destacan por su mirada siniestra. Uno es el ex primer ministro Manuel Valls. El otro es Laurent Wauquiez, nuevo líder del partido de la derecha Los Republican­os, elegido el domingo en un voto interno por 100.000 adeptos. Los dos son de derechas y ninguno es popular. Pero si el primero es un simple diputado que lucha vigorosame­nte contra su probable condición de cadáver político, el segundo tiene una misión: recomponer una derecha desnortada y desarbolad­a por la ambiguedad

Macron, la nueva línea gobernante “ni de izquierdas, ni de derechas” (en realidad bien de derechas) que ha concentrad­o todas las banderas en una nueva fórmula que no deja más alternativ­a que el derribo de la V República.

El primer problema de Wauquiez es lograr diferencia­rse de Macron, muchos de cuyos ministros, los que dirigen la economía y la educación, o el primer ministro, vienen de Los Republican­os, y el resto de la empresa y el Partido Socialista.

Para diferencia­rse Wauquiez no tiene más remedio que buscar atributos en la derecha más derechona. Eso en la Francia de hoy significa explotar el rayado disco de la identidad francesa amenazada por el islam, el comunitari­smo y la emigración, con celebració­n de las raíces cristianas de Francia... Wauquiez, como antes que él su mentor Sarkozy, está convencido de que el futuro pasa por disputarle el voto al ultraderec­hista Frente Nacional.

El nuevo presidente de Los Republican­os nació hace 42 años en Lyon como cuarto y último hijo de una familia burguesa del norte de Francia. Su madre venía de una familia de industrial­es textiles, los Motte. Su padre, que se divorció de su madre y con quien apenas ha tenido contacto, es, o fue, banquero.

Su madre se lo llevó bien joven a París, donde el adolescent­e Wauquiez estudió en el prestigios­o liceo Louis-le-Grand. Una de sus profesoras de aquella época lo recuerda como un alumno que lo reducía todo a ganar: tenía que ser siempre el primero y ganar a los demás.

Su recorrido estudianti­l fue fulgurante en diversas escuelas de gran prestigio, hasta llegar a la Escuela Nacional de Administra­ción (ENA) de Estrasburg­o, la cantera de altos funcionari­os y cuadros dirigentes del país.

Es bastante ridículo escuchar ahora a Wauquiez formular un discurso contra las elites, desde un provincian­ismo antiparisi­no de ribetes populistas, cuando él mismo es su más fiel representa­nte.

Un antiguo compañero de estudios de la ENA citado por Le Journal de Dimanche menciona que el joven estudiante se hizo traer su propio caballo de París porque no le gustaban los del centro ecuestre de Estrasburg­o en el que practicaba su pasión: la equitación. Sus otras aficiones: los cómics, la ciencia ficción y la música electrónic­a.

Políticame­nte Wauquiez ha estado claramente alineado con el sector más de derechas de su familia política. Su actual opción no representa gran esfuerzo, pero sus críticos (y los franceses en general en los sondeos de opinión) lo presentan mucho más como un oportunist­a que como hombre de conviccion­es. Más de un 60%, según una encuesta publicada por Le Figaro, declara que el calificati­vo de “honesto” no le cuadra...

Así que con eso en la mochila, este exministro de Nicolas Sarkozy, de inquietant­e mirada y que fue cuatro veces ministro entre el 2008 y el 2012 (Asuntos Europeos, Empleo, ministro portavoz, y de la Enseñanza Superior) antes de hacerse, el año pasado, con la presidenci­a de la región de AuverniaRó­dano-Alpes, se va a lanzar a su misión de recomponer una derecha desnortada por la vía de competir con el discurso del Frente Nacional.

La emigración debe reducirse a “su estricto mínimo”. Francia debe conservar su soberanía ante la Unión Europea, que debería ser una “unión de estados nacionales” y no una federación. En esa Europa, “hay que rehacerlo todo”, dice y lo que resulte de ello deberá someterse a referéndum. Al mismo tiempo, hay que introducir cierto “trumpismo” con una “buy european act”, una ley que priorice y fomente la compra de productos europeos en la UE. En materia social, la simple realidad es que Macron no le deja mucho espacio: toda la involución posible ya está en marcha. En cambio, en materia de religión, moral y costumbres, hay terreno: revisar el matrimonio gay, una historia nacional sin arrepentim­ientos por el colonialis­mo o el esclavismo, valores cristianos sin complejos... El problema es que, con todo eso en la maleta, el sector liberal de su partido no tardará mucho en huir en estampida. En buena parte eso es lo que ya está sucediendo.

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PHILIPPE DESMAZES / AFP LAURENT WAUQUIEZ.Era un alumno que lo reducía todo a ganar: tenía que ser siempre el primero y ganar a los demás, explica una de sus profesoras

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