La Vanguardia

La niña del Raval que aún busca a su madre

ESTA JOVEN ADOPTADA SE PERDIÓ EN LA CALLE CUANDO APENAS TENÍA DOS AÑOS Y AHORA HA EMPAPELADO EL BARRIO DE BARCELONA EN BUSCA DE SUS ORÍGENES

- LUIS BENVENUTY Barcelona

“A veces me dan ganas de dejarlo todo, pero mi pareja me da muchas fuerzas”

Elena M. ya no quiere dar a conocer su apellido. La búsqueda de su madre biológica no está dando los resultados que esta joven de quizás 31 años esperaba. A veces le dan ganas de abandonar. La relación con sus padres adoptivos se está viendo afectada. Algunos mensajes de WhatsApp de desconocid­os ya son cansinos. Sus pesquisas no avanzan. Hace tres semanas Elena viajó de su casa en Andorra a Barcelona para empapelar el barrio del Raval con docenas de carteles, con fotos suyas de hace más o menos 29 años, con un inquietant­e mensaje… Me perdí en 1988 ¿alguien conoce a mi madre? La estoy buscando… Elena esperaba que alguien recordara algo, le diera una pista, aclarara su pasado. “Sólo quiero encontrar a mi madre –dice en una entrevista telefónica– ¿me perdí? ¿y nadie buscó a mi madre? ¿y mi madre no me buscó?”.

Muchos ya conocerán los entresijos de esta historia. Elena da entrevista­s a programas de televisión matutinos, espacios radiofónic­os, webs de actualidad… “Últimament­e algunos desconocid­os me ponen mensajes desagradab­les. De todas formas la mayor parte de las personas que me llaman son amables. Me dicen que les gustaría ayudarme, que si les envío carteles los colgarán en sus barrios. Pero no saben nada. Una señora del Raval me dijo que recordaba cómo aquel verano de 1988 se perdió una niña por la calle. Los vecinos la buscaron durante semanas. Entonces el barrio era más duro y muchos no se atrevían a acudir a la policía… Pero esta señora no recuerda más. En realidad sobre todo me llaman periodista­s. Uno quiere escribir un libro. Yo creía que pronto se pondría en contacto conmigo alguien que supiera quien podría ser mi madre, pero...”.

Elena cuenta también que ya no se habla con sus padres adoptivos, que le dijeron que podía librarse de su apellido, que no querían remover el pasado. “Por eso ya no quiero que se publique mi apellido –sigue al otro lado de la línea telefónica–. Ellos también lo están pasando muy mal. Con ocho años me explicaron que me adoptaron cuando tenía dos. Sin embargo nunca supe en qué condicione­s, nunca me explicaron cómo ocurrió. Siempre quise saber quién era mi verdadera madre, pero hasta ahora no me atreví a intentar averiguarl­o. Sin mi pareja no podría aguantar todo esto. Mis padres adoptivos me dijeron que no se acuerdan de nada, que siquiera recuerdan dónde fueron a buscarme. Y encima mi expediente no aclara nada. Está lleno de lagunas. Todo me parece muy extraño”.

La Direcció General d’Atenció a la Infància i la Adolèscenc­ia (Degaia) está al tanto de la historia de Elena. La Generalita­t dispone de un protocolo de asesoramie­nto para las personas adoptadas que desean contactar con sus padres biológicos, pero el expediente de este caso no ofrece pistas que permitan abrir una investigac­ión. “No tenemos ningún hilo por el que tirar –dicen las fuentes–. No sabemos cómo llegar a la madre de esta persona. Le hemos proporcion­ado toda la informació­n que teníamos”. Al parecer son cosas que ocurren, no de una manera habitual, pero a veces… A finales de los años 80 aún se escribía principalm­ente a máquina. Muchos documentos desaparece­n. Y los interrogan­tes y las incógnitas no hacen otra cosa que generar desazón y angustia.

“Es que no entiendo lo que ocurrió –continúa explicando Elena–. Yo solicité mi expediente a la Generalita­t el 4 septiembre, y lo obtuve dos meses después. Leerlo fue un golpe muy duro. Al parecer me encontraro­n en la calle. Yo pesaba más de 15 kilos y, además, no llevaba pañales. De manera que yo era una niña bien alimentada y bien cuidada. No creo que de repente me abandonara­n en cualquier sitio. En aquella época mucha gente no se atrevía a acudir a la policía. Mi expediente también explica que me encontraro­n dos policías que me llevaron a una comisaría. Y a las pocas horas me ingresaron en la Casa de Maternitat, y a los pocos meses me entregaron en acogida a la familia que luego me adoptó. Una abogada que pudo echar un vistazo a mi expediente me dijo que en principio no parecía que se hubiera cometido ninguna ilegalidad en la adopción, pero también me dijo que todo el proceso anterior le parecía muy poco corriente”.

“Porque en mi expediente faltan documentos ¿qué hizo la policía para encontrar a mi madre? ¿Dónde están los atestados? Quizás se perdieron con el tiempo, quizás simplement­e fueron destruidos por falta de espacio. El seguimient­o de mi caso dice que yo siempre quería ir de la mano, que tenía miedo a perderme, que hablaba de mi misma como la niña de un cuento que se perdió. Fue muy duro leer todo aquello. Yo creo que no me abandonaro­n. Por un momento pensé que lo mejor era dejarlo correr todo. Entonces, en el coche, camino de vuelta a Andorra, mi pareja me dijo que no me preocupara, que encontrarí­amos a mi madre, que pegaríamos carteles por todo el Raval”.

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Así era la pequeña Elena cuando apenas tenía un par de años, poco después de ser adoptada
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