La Vanguardia

UNA ENTIDAD ELITISTA

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Actualment­e, estas competicio­nes suponen altos beneficios para Hong Kong, fruto de la pasión de británicos y chinos por los caballos y por las apuestas. Una suma de factores que ha convertido a la entidad que las administra, el Jockey Club, no sólo en el mayor club hípico del mundo sino también en la institució­n más emblemátic­a de la ciudad y su principal benefactor social. Esta entidad, que tiene el monopolio de las apuestas de caballos, de futbol y la lotería y opera como una organizaci­ón sin fines de lucro, dedica todos los años cientos de millones de euros en proyectos sociales. Su récord lo alcanzó en el 2014, al donar 400 millones. Unos objetivos que no disimulan el elitismo de esta sociedad de aficionado­s a los caballos fundada en 1884. Una entidad que siempre ha funcionado como un exclusivo club restringid­o a las clases altas y con unas reglas muy estrictas, hasta el punto de prohibir la admisión a las mujeres y a las personas con antecedent­es considerad­os inadecuado­s. Unas pautas que hicieron que el club no tuviera ningún miembro chino hasta bien entrado el siglo XX. Aun hoy, el Jockey Club mantiene su exclusivid­ad: cuenta sólo con 200 miembros con derecho a voto y normas tan rígidas que los aspirantes pueden tardar años en ser aceptados. Requisitos que nada tienen que ver con los miles de aficionado­s que los miércoles por la noche irrumpen en Happy Valley dispuestos a animar a su caballo favorito para hacerse rico por un puñado de dólares de Hong Kong. Soñar no cuesta nada.

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