Se entendería muy bien con el político catalán que pasea por las calles romanas
dicasterio vaticano importante, las imágenes de cierta misa u homenaje político celebrado en Barcelona, en la iglesia del Sagrado Corazón, no han sentado nada bien. El Vaticano, como se decía de los viejos partidos comunistas, tiene miles de ojos y no todos son curiales. Yo sospecho que a esos atentos observadores de casi todo, que luego informan a la curia o a parte de ella, no les preocupa tanto Catalunya como la Iglesia. Porque las imágenes a las que hago referencia son las de una misa dedicada a un vivo, quien, mientras escribo esta crónica, está en la cárcel. Y si digo vivo es, simplemente, porque las misas y, desde luego, los funerales se suelen abuelos de algunos de los ultraizquierdistas congregados el lunes ante el museo leridano. O sea, que los nietos hicieron todo lo contrario que sus abuelos anarquistas, liderados por el reusense Joan García Oliver. Los nietos defendieron el arte religioso. Lo del lunes fue, pues, un milagro aunque ninguna autoridad eclesiástica lo haya reconocido públicamente.
No sé si logré convencer a mis amigos romanos de la autenticidad del milagro, pero por lo menos lo intenté. Y, desde luego, durante unos minutos, se olvidaron de Francisco, que a veces, para lograr sus objetivos domésticos, laborales, parece utilizar las mismas técnicas que muchas multinacionales.