El Papa pide a la curia que supere “la degenerada lógica de las intrigas”
Desde que, en diciembre del 2014, Francisco enumerara las 15 “enfermedades” que, según él, sufría la curia romana, cada año se aguarda con expectación el severo tirón de orejas del Papa a la cúpula de la Iglesia católica. Ayer no fue una excepción, Jorge Mario Bergoglio instó a superar “la desequilibrada y degenerada lógica de las intrigas” y criticó a “los traidores de la confianza” que “se dejan corromper por la ambición o la vanagloria”.
En el discurso pronunciado en la Sala Clementina del Palacio Apostólico, Francisco ironizó sobre lo difícil que resulta hacer reformas en el Vaticano. Para ello citó a Frédéric-François De Mérode, arzobispo belga del siglo XIX, quien afirmó que “hacer la reforma en Roma es como limpiar la Esfinge de Egipto con un cepillo de dientes”. El pontífice argentino admitió que la curia “es una institución antigua, compleja y venerable, compuesta de hombres que provienen de muy distintas culturas, lenguas, construcciones mentales”. Por todo ello se necesita, según él, mucha paciencia, dedicación y delicadeza para alcanzar el objetivo.
Como ya subrayó en otras ocasiones, Francisco alertó de que “una curia encerrada en sí misma traicionaría el objetivo de su existencia y caería en la autorreferencialidad, que la condenaría a la autodestrucción”. Esa es una idea que que le obsesiona y que repite siempre que habla al clero, en cualquier lugar del mundo. Francisco entiende la Iglesia como una institución abierta y prefiere a curas que se ensucien los zapatos en las calles, aunque cometan errores, a los que viven en la burbuja eclesiástica.
Según Bergoglio, una de las expresiones más nefastas de ese carácter autorreferencial que tanto quiere combatir en la Iglesia son las intrigas, la tendencia al complot interno. Para el Papa, “la desequilibrada y degenerada lógica de las intrigas y de los pequeños grupos” es un “cáncer” que se infiltra en los organismos eclesiásticos. Destacó también el peligro de “los traidores de confianza”, de aquellas personas –y ha habido destacados ejemplos durante los últimos años– que fueron seleccionadas para realizar la reforma pero “al no comprender la importancia de sus responsabilidades, se dejan corromper por la ambición o la vanagloria, y cuando son delicadamente apartadas se autodeclaran equivocadamente mártires del sistema, del Papa desinformado, de la vieja guardia, en vez de entonar el mea culpa”. Fueron palabras muy duras, dirigidas –sin nombrarlos– a varios destinatarios, entre ellos altos cargos de las finanzas vaticanas, como Libero Milone, exauditor general, destituidos en el año que termina.
El Papa reiteró el fuerte compromiso de la Iglesia católica con el ecumenismo y con el diálogo con otras religiones, y se despidió de la curia regalándoles dos libros.