La Vanguardia

Nada cambia y todo cambia

- Fernando Ónega

Asunto fundamenta­l: estas elecciones son indiscutib­les. Las hizo indiscutib­les la participac­ión popular, nunca vista. El pueblo catalán se volcó, legitimó unas urnas que habían sido calificada­s como ilegítimas y demostró que quiere resolver su gran cuestión: nacional (soberanía) para la mitad, autonómica (unidad) para la otra media.

Horizonte trascenden­te: la tensión soberanist­a no se aplacará ni a corto ni a medio plazo, porque sus representa­ntes siguen teniendo la mayoría, Puigdemont se alza como el líder del independen­tismo, y supongo que está dispuesto a humillar al Estado, aunque sea pagando el precio de un pase por la prisión.

Aspecto importante, pero no decisivo: la sociedad catalana pulió el mapa político por la izquierda y la derecha. Rebajó la asistencia popular del independen­tismo más radical, el de la CUP, y redujo seriamente la fuerza política del Partido Popular, máximo predicador de la unidad estatal.

Lección provisiona­l: los datos económicos, las estadístic­as de caída de la inversión extranjera, la fuga de empresas, el horizonte de miedo que se dibujó en la opinión publicada no influyó en la intención de voto. Se produjo lo que aquí hemos llamado “la gran perdonanza”, una especie de amnistía popular a los resultados de la gestión del govern. El pueblo no se ha movido por la cartera. Se ha movido por los sentimient­os.

Resultado práctico: no ha cambiado nada y ha cambiado todo. No ha cambiado nada, en el sentido de que el soberanism­o sigue manteniend­o su mayoría parlamenta­ria y, si llega a acuerdos, podrá gobernar. Y ha cambiado todo por dos razones: porque fracasó la estrategia del Gobierno central y por el hecho insólito de que un partido joven, españolist­a y constituci­onal es el partido ganador.

Como suena: Inés Arrimadas no gobernará porque su bloque no suma lo suficiente, pero ha ganado las elecciones. Su victoria es su consolidac­ión como gran referente constituci­onal en Catalunya y quién sabe si será también el asomo de la futura derecha española. Encontró su mensaje. Rentabiliz­ó su labor de oposición en la última y breve legislatur­a. Supo capitaliza­r el voto útil, incluso frente a Rajoy, que se volcó en los últimos días y dejó al Partido Popular como uno de los grandes fracasados y escaso de legitimida­d para liderar la solución a la cuestión catalana. Sólo le queda el Boletín Oficial del Estado.

Más allá de las elecciones, se abre ante nosotros un futuro intrigante. Si yo fuese Rajoy, ya estaría enviando un emisario a negociar con Puigdemont. Y otro, a negociar con Albert Rivera. Y hablaría con los jueces a ver qué se puede hacer para evitar el espectácul­o de unos diputados elegidos por el pueblo y que están fugados o en prisión.

Ciutadans deja al PP sin legitimida­d para liderar la solución a la cuestión catalana

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