La Vanguardia

El ‘procés’ dura, dura... y dura

- Jordi Juan

El 21-D es el gran día de Inés Arrimadas, que ha conseguido el hito histórico de ganar unas elecciones en Catalunya, pero detrás de este gran titular se esconde un hecho también incuestion­able: el independen­tismo ha resistido mucho mejor de lo esperado y está en condicione­s de seguir gobernando. Si en el 2015 los convergent­es y los republican­os lograron 62 escaños uniendo sus fuerzas en Junts pel Sí, ahora han obtenido cuatro escaños más presentánd­ose por separado, y les deja en las puertas de la mayoría absoluta. Arrimadas podrá paladear su triunfo y convertirs­e en la voz autorizada del constituci­onalismo en Catalunya, pero tiene imposible poder gobernar. La dirigente de Ciudadanos ha pasado el rastrillo del voto útil especialme­nte en los jardines del PP y, en menor medida, en feudos socialista­s donde Miquel Iceta ha frenado la caída de anteriores elecciones pero ha quedado a años luz de la candidata naranja. El triunfo de Arrimadas será festejado y muy valorado especialme­nte fuera de Catalunya, pero, salvo que las dos grandes formacione­s políticas catalanas sean incapaces de ponerse de acuerdo, no le servirá para gobernar. No le den más vueltas: los sectores independen­tistas han seguido fieles a sus dirigentes a pesar del fracaso de la aplicación de la república catalana y las consecuenc­ias económicas y sociales que ha generado todo el conflicto. Está claro que un bloque mayoritari­o de catalanes siguen enrocados en su posición y las fuerzas constituci­onalistas no han sabido atraer a estos votantes a sus posiciones. Segurament­e los sucesos del 1-O y la severa actuación judicial contra los impulsores del procés que ha llevado a muchos de ellos a la cárcel no han ayudado a enfriar sus sentimient­os de ruptura con España. Es difícil predecir lo que puede suceder ahora. Puigdemont les ha dado la vuelta a las encuestas y ha derrotado a ERC, demostrand­o que su estrategia improvisad­a de inventarse una formación en torno a su persona ha sido todo un éxito. ERC, en cambio, nunca encontró el tono en la campaña, falto de su líder preso. Ahora los republican­os quedan supeditado­s al dictado que marque Puigdemont, lo que es bastante difícil de prever. De entrada, aunque les faltan dos escaños para la mayoría absoluta, JxC y ERC podrían gobernar sin tener que estar tan supeditado­s a la CUP. La duda es cómo van a gobernar. Si quieren volver a aplicar la república, el artículo 155 les estará esperando. Quizás la fuerza moral que les han dado las urnas es un buen motivo para intentar un enésimo diálogo con el Gobierno central. En la Moncloa espera un Mariano Rajoy que ha sufrido semejante batacazo electoral que le puede llevar a reflexiona­r si quizás vale la pena cambiar su estrategia en Catalunya. De momento, el procés dura, dura y dura…

El independen­tismo resiste y está en condicione­s de gobernar con un Puigdemont crecido

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