Mejor esperamos en el bar
Un hombre sentado en una de las mesas del bar situado justo enfrente de la sede del PSC en la calle Nicaragua, mientras le da el biberón a un bebé, dice que deberían votar todos los españoles. “Pero es que esto no es un referéndum –repone su interlocutor-, esto son unas elecciones autonómicas”. “Sí –responde el del biberón-, pero si se hiciera un referéndum deberían votar todos los españoles, y no sólo una escalera”. “Ya, bueno…”.
El establecimiento especializado en bocadillos está lleno. La mayor parte de la gente mira de reojo el televisor que sintoniza la televisión pública española, que con el volumen desconectado informa de la lenta evolución del escrutinio. Pero la mayor parte de las conversaciones de los parroquianos versan principalmente sobre reuniones familiares, compras que llegan en el peor momento y otras cuestiones de carácter muy navideño. El hombre del biberón le da una palmada a la criatura, que eructa.
A pesar de ello, a pesar de lo emocionante del momento, de la incertidumbre aún imperante, el ambiente electoral de este garito es mucho más intenso que el que se vive en la acera de enfrente, en la sede los socialistas. “¿Y qué quieres que cuente? ¡Aquí no pasa nada!”, le dice un periodista a su pinganillo. Aquí, en la sede de los socialistas, en la sala Ernest Lluch, sobre todo se cuentan periodistas, una barbaridad de periodistas, y también llama la
Pocos militantes se acercan a la sede: ser del PSC es cada vez más una cuestión íntima de la que no se hace gala
atención la presencia de algún ciudadano pakistaní.
A uno le asalta la impresión de que lo de ser del PSC se está convirtiendo en una circunstancia íntima, un aspecto de la vida personal del que no se hace mucha gala. Ni tan siquiera cuando los pronósticos auguraban mejores resultados que en los últimos comicios, una perspectiva bien insólita por estas latitudes desde hace muchas convocatorias, los militantes socialistas apenas se acercan a su sede para, como se suele hacer en estas ocasiones, sentir que forman parte de algo.
El Rughi se empleó a fondo estos días. Es un artista urbano que durante esta campaña electoral decoró un montón de muros del barrio del Raval con carteles que parodiaban los de Inés Arrimadas. Ahora sí pintaremos, Ahora sí fumaremos… Vota Power Rangers, Ninja Turtles, Street Art… En política las pasiones siempre se despiertan en ambos sentidos. Y a la hora de la verdad no basta con que te pintarrajeen un bigote en un pasillo del metro. “Hemos aguantado, al menos hemos aguantado”, murmuran un par de militantes socialistas a la espera de la comparencia de Miquel Iceta. Y entre tanto los debates del bar de enfrente se animan de manera progresiva. “Alaaa”, dice una mujer contemplando la silenciosa evolución del escrutinio. Mejor esperamos en el bar de enfrente. El hombre del bebé ya se fue.