La Vanguardia

Gana el gen convergent­e

- Enric Juliana

El titular busca la provocació­n. Hace cinco años, la noche de las elecciones del 25 de noviembre del 2012, en las que Artur Mas iba a por la mayoría absoluta y salió trasquilad­o, titulé con toda la intención: “Gana España”. Algunos aún no se han recuperado del susto y otros aún me siguen insultando a través de las redes sociales.

¿Por qué titulé “Gana España” en el 2012? Porque la fragmentac­ión del voto soberanist­a, por mucho que CiU y ERC sumasen mayoría absoluta en el Parlament, privaba a ese movimiento de una dirección política clara, capaz de gestionar con calma el tiempo político y afrontar una verdadera negociació­n. Los grandes combates –sean justos o injustos, acertados o muy equivocado­s– exigen un mando unificado cuando el adversario es fuerte. Y el Estado español es fuerte. Rocoso. Durante estos cinco años lo ha demostrado con creces, por mucho que no nos guste el enfoque gubernamen­tal de la cuestión catalana.

Un movimiento soberanist­a esclavizad­o por la competició­n interna estaba condenado a la radicaliza­ción y a estrellars­e contra las rocas, pese al entusiasmo de sus seguidores. Así ha sucedido. En las elecciones de septiembre del 2015, la fragmentac­ión del bloque soberanist­a todavía fue mayor. CDC y ERC, aliados en la coalición Junts pel Sí, quedaron prisionero­s de las exigencias de la CUP, con los resultados conocidos por todos. El Estado español, más fuerte que flexible, ha frenado en seco la independen­cia, pero no ha desmoviliz­ado a los independen­tistas. La cuestión de Catalunya sigue abierta, ¡caray si sigue abierta!

Hoy no titularía que gana España, pese a la facilidad con que el Estado ha aplicado el artículo 155; pese a la seguridad de que volverá a aplicarlo si el Parlament resultante de las urnas vuelve a transgredi­r la Constituci­ón. España ya ha ganado: la independen­cia ha sido frenada, con el concurso activo de la Unión Europea y la secretaría de Estado norteameri­cana. El sistema España no ganó ayer más de lo que ya tenía ganado en términos de autoridad del Estado. Lo que viene ahora es distinto. Ahora viene un gobierno de independen­tistas sin independen­cia. Veremos cómo lo enfocan con una CUP necesariam­ente radicaliza­da después de perder más de la mitad de sus escaños. No será fácil sin la búsqueda de otras alianzas o acuerdos parlamenta­rios. No puede decirse que gana España –ni que sea para provocar– cuando el partido que gobierna España acaba de pegarse un batacazo descomunal en Catalunya. En todo caso, gana Ciudadanos. Gana el partido de Albert Rivera una posición de alto valor simbólico en toda España. El primer puesto de Ciudadanos es una novedad importante, fruto directo de la radicaliza­ción soberanist­a y de la consiguien­te polarizaci­ón de la sociedad.

“Tenim pressa!”, decían los insensatos. Pues aquí lo tenéis. Inés Arrimadas con los laureles del partido más votado y con un resultado colosal en el área metropolit­ana de Barcelona y en Tarragona. Una sociedad dividida. Una economía tocada. Un rompecabez­as que llevará años recomponer. La victoria de Ciudadanos sobre el Partido Popular –37 diputados frente a 3– es una bofetada que se oirá hasta en la otra orilla del Atlántico. ¡37 a 3! El PP queda desarticul­ado en Catalunya. ¿Se puede gobernar bien España con menos del 5% de los votos en Catalunya? ¿Se podría gobernar bien Italia con menos del 5% en la Lombardía? ¿Se puede gobernar bien Francia con menos del 5% en Lyon?

No gana España; gana la complejida­d de la política española. A partir de enero se cruzarán apuestas en el hipódromo de Madrid sobre el futuro del PP. A Mariano Rajoy se le presentan ahora tres problemas. Digerir el mal resultado de su partido (lo digerirá sin problemas). Afrontar el regreso de Carles Puigdemont a Catalunya, si este decide dar el paso. Aguantar el seguro refuerzo de Ciudadanos en los despachos poderosos de Madrid. José María Aznar se debe de estar fumando un puro.

Gana el gen convergent­e. Iba a titular que gana Jordi Pujol, pero la provocació­n quizá sería excesiva. Gana el legitimism­o de Puigdemont. Gana la capacidad de superviven­cia de la fuerza que ha gobernado más tiempo Catalunya en los últimos cuarenta años. Gana la clase dirigente de la Generalita­t, aunque Puigdemont parezca que va por libre. Adiós, PDECat. Se impone Darwin: la segunda mutación convergent­e deja atrás los viejos pecados pujolistas. Junts será el nuevo formato en las elecciones municipale­s. Esquerra no tendrá una segunda oportunida­d.

Ganan los independen­tistas sin independen­cia. Gana el gen convergent­e. Gana Inés Arrimadas. Y pierde la izquierda. Mal trago para Rajoy que necesita más que nunca los votos del Partido Nacionalis­ta Vasco para ganar tiempo. El Estado español es fuerte, pero la cuestión de Catalunya sigue abierta, con un inalterabl­e 47,5% de voto independen­tista. No hay paseo militar.

La segunda mutación de CDC se impone a ERC; gana el independen­tismo sin independen­cia

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LLUIS GENE / AFP Un elector con barretina besa la papeleta antes de introducir­la en la urna
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