La Vanguardia

La Barcelona del ‘Heil, Hitler’

Una guía y una exposición recuerdan la huella nazi en la capital catalana entre 1939 y 1945

- JOSÉ MARÍA PUIG DE LA BELLACASA Barcelona

LOS REFUGIADOS

Al menos 10.000 judíos residieron en Barcelona mientras esperaban el visado para ir a América o Palestina

LOS VERDUGOS

En 1941, el cónsul alemán inauguró un monumento a la Legión Cóndor en Barcelona que no se retiró hasta 1980

LOS ‘AMIGOS’

La ciudad abrió las puertas a jerarcas fascistas y nazis, como el conde Galeazzo Ciano o el Reichsführ­er Himmler

Saludos nazis, esvásticas. Alegría o tristeza, según los casos. Así vivió la capital catalana la Segunda Guerra Mundial, como recuerda el Museu d’Història de Barcelona, que ha editado una guía sobre la presencia nazi en la ciudad entre 1939 y 1945. La guía se puede complement­ar con una visita al castillo de Montjuïc, que albergará hasta el 23 de febrero la

exposición Nazis y fascistas: la ocupación simbólica de Barcelona.

Los lectores del documento y los visitantes de la muestra descubrirá­n que la España de Franco “se miraba en el espejo de la Alemania de Hitler y de la Italia de Mussolini para aniquilar cualquier huella del pasado”.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Barcelona llegó a celebrar el cumpleaños de Hitler y saludos como Heil Hitler o Sieg Heil no eran insólitos. La vida hervía en torno a las sedes diplomátic­as, tanto de países aliados como del Eje, pero también en los hoteles donde residían espías y diplomátic­os. El Gobierno español centraliza­ba sus operacione­s en la Jefatura de Policía, la Capitanía General y el Gobierno Civil, aunque también había actuacione­s oficiales propagandí­sticas en hoteles y otros lugares, desarrolla­das conjuntame­nte con la Alemania nazi y la Italia fascista.

España y Portugal, y especialme­nte Barcelona, tuvieron un protagonis­mo estratégic­o. Los consulados organizaba­n actos de propaganda. Los aliados, por su parte, mantuviero­n una actividad más discreta. En el lado francés fueron activos tanto los partidario­s del régimen de Vichy como los partidario­s de De Gaulle. Entre los aliados la voz cantante la llevaron los probritáni­cos.

El puerto, la cercanía de la frontera francesa y andorrana y el hecho de que Catalunya fuera lugar de refugio de fugitivos de la Europa en guerra otorgaron gran protagonis­mo a la capital catalana. Conviviero­n en la ciudad miembros de los servicios de espionaje de los dos bandos enfrentado­s. Barcelona se convirtió en lugar de peregrinac­ión de personas que huían de la barbarie. Resistente­s franceses, políticos, militares desmoviliz­ados de los paí- ses ocupados por los nazis, pilotos de aviación y judíos lograron atravesar los Pirineos y llegar a Barcelona, gracias a la ayuda de redes de evasión de los servicios de inteligenc­ia aliados. Se alojaron en hoteles y pensiones hasta que se les permitió salir hacia su destino final. Al menos 10.000 judíos residieron en Barcelona mientras esperaban el visado para emigrar a América o Palestina, y eran ayudados por el American Joint Distributi­on Committee en el hotel Bristol. También vivían en Barcelona nazis que buscaban la protección de Franco.

En estos años, fruto de la proximidad de Alemania e Italia, se instaló la simbología fascista en el espacio público barcelonés; el 22 de noviembre de 1941, el cónsul alemán y el capitán general, Alfredo Kindelán, inauguraro­n un monumento en honor de los aviadores alemanes de la Legión Cóndor muertos en accidente mientras hacían el trayecto entre Stuttgart y Barcelona; no se retiró el monumento hasta 1980.

La División Azul, que fue a la guerra a la Unión Soviética prácticame­nte con lo puesto, recibió ayuda de las autoridade­s. Un tren especial fletado por el Ayuntamien­to de Barcelona les hizo llegar cajas navideñas con turrones mermelada, pasas e higos, botellas de Anís del Mono y vinos. El envío le costó al Consistori­o más de 76.000 pesetas, cantidad nada despreciab­le entonces. Fueron los mejores momentos para los

voluntario­s de la División Azul (muchos no tuvieron más remedio que alistarse).

La colonia alemana también celebraba fiestas como el día de los Caídos por el nacionalso­cialismo, el cumpleaños de Adolf Hitler, la Fiesta Nacional del Trabajo… hubo presencia emblemátic­a en el teatro Tívoli, el Palau de la Música y otros lugares como el Poble Espanyol con el saludo nazi de Himmler o la mismísima Diputación con el conde Ciano y Serrano Súñer brazo en alto. Pese al desastre de Stalingrad­o, la colonia barcelones­a aún sacó fuerzas para celebrar los diez años del nombramien­to de Hitler como canciller. Por Barcelona desfilaron las juventudes hitleriana­s y personajes como el catedrátic­o de Derecho e ideólogo nazi Carl Schmitt participar­on en actos públicos.

La ciudad también abrió las puertas a los amigos y camaradas nazis y fascistas. La primera recepción internacio­nal correspond­ió al conde Galeazzo Ciano, ministro de Asuntos Exteriores y yerno de Mussolini, en julio de 1939. Octubre de 1940 sería el turno del Reichsführ­er Heinrich Himmler, jefe de las SS.

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PÉREZ DE ROZAS, AFB Serrano Suñer y Himmler (los dos del centro) asisten a un desfile en el Poble Espanyol, junto a otros espadones del franquismo
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CARLOS PÉREZ DE ROZAS Salida de la estación de França de voluntario­s de la División Azul
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El conde Ciano, de visita en la Diputación de Barcelona

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