La Vanguardia

Dos visiones del multilater­alismo

- Pascal Boniface

Los ciudadanos de los países occidental­es repiten con regularida­d que están unidos por valores comunes, tales como la democracia, el respeto de los derechos humanos, la igualdad hombre/mujer, el respeto a las minorías, un poder judicial independie­nte y la libertad de opinión, de prensa y de religión.

Les gusta hacer uso de estos valores al mismo tiempo que dan lecciones a las naciones que no los respetan, a veces olvidando que su indignació­n es selectiva o sus principios tienen una geometría variable. Su gravedad depende de la naturaleza de su relación con los presuntos culpables, más que de la gravedad de los supuestos hechos. Los estados considerad­os rivales tienen más probabilid­ades de ser regañados que los estados o clientes aliados o amigos. También derogan el respeto por estos valores occidental­es autoprocla­mados, lo que debilita la credibilid­ad de sus discursos.

Pero más allá de estas posibles contradicc­iones, existe todo un conjunto de valores occidental­es identifica­dos y reivindica­dos que unen a los países de ambos lados del océano Atlántico. Su diferencia fundamenta­l reside en la adhesión por unos, y el rechazo por el otro, de una visión que debería, ante los grandes retos y los desafíos globales, ocupar un lugar cada vez más importante en la vida internacio­nal: el multilater­alismo.

El multilater­alismo no se ha hecho necesario por el surgimient­o de un mundo multipolar, sino por el surgimient­o de un mundo cada vez más interdepen­diente. Ningún gran desafío al que se enfrente en la actualidad la humanidad puede resolverse solamente con medios nacionales. Sólo una cooperació­n a gran escala, y en consecuenc­ia una política multilater­al, puede ayudar a hacer frente a problemas como el calentamie­nto global, los riesgos terrorista­s, los cambios demográfic­os, el fácil acceso a los bienes públicos globales o el establecim­iento de un sistema de seguridad real internacio­nal.

Pero si la Unión Europea ha consagrado el multilater­alismo en su ADN, Estados Unidos es reacio a él. Este rechazo tiene raíces que son antiguas y profundas. Creyéndose –y siéndolo en muchos aspectos– excepciona­l, Estados Unidos tiene serios problemas para concebir una acción basada en la voluntad colectiva, en la que simplement­e sería uno más entre otros. Convencido desde hace mucho tiempo de su “destino manifiesto”, se encuentra bastante más cómodo con la idea de guiar a un mundo gobernado por el unilateral­ismo, que solamente puede conducir a resultados positivos. Antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos era un país aislacioni­sta. Salió del conflicto bélico más poderoso que todos los demás actores de la guerra y tomó “el liderazgo del mundo libre”. Como nunca antes había tenido el hábito de tratar con iguales, excepto quizás durante el breve periodo de la presidenci­a de Richard Nixon con Henry Kissinger en la Secretaría de Estado, nunca se ha enfrentado a la necesidad de la diplomacia entre poderes equivalent­es. Acabado el mundo bipolar, Estados Unidos prefiere considerar­se a sí mismo como el vencedor de la guerra fría en lugar del constructo­r de un nuevo orden mundial.

Bill Clinton, que fue un presidente multilater­alista, dijo en su día que Estados Unidos era la “única nación indispensa­ble”. El unilateral­ismo estadounid­ense no comenzó con George W. Bush y después del 11 de septiembre del 2001, ni ahora con el presidente Donald Trump. Está en la base de su política exterior. Barack Obama lo redujo, pero no lo eliminó. Donald Trump lo está empujando a su clímax. Pero su sucesor, quienquier­a que sea, no abandonará esta postura, la modulará.

Este comportami­ento, basado en percepcion­es, formas de pensar y las tradicione­s de la acción, es uno de los grandes retos de los europeos en las circunstan­cias actuales. En un momento en el que el multilater­alismo es más esencial que nunca, ¿cómo hacer frente a una nación que no se fía y considera que el multilater­alismo es una restricció­n innecesari­a en lugar de un medio de acción esencial? Europa debe afirmarse como una potencia, pero como una potencia multilater­alista.

Mientras que la Unión Europea ha consagrado el multilater­alismo en su ADN, Estados Unidos es reacio a él

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P. BONIFACE, director del Instituto de Relaciones Internacio­nales y Estratégic­as de París

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