La Vanguardia

Este muñeco es un espía

El juego conectado plantea problemas más allá del riesgo para la privacidad

- ALBERT MOLINS RENTER

No hace tanto tiempo, el colmo del juguete tecnológic­o eran dos latas unidas con un cordel que los niños usaban como un teléfono. Quizás, incluso, algunos de los padres que esta Navidad regalarán juguetes que se conectan a internet a sus hijos habían tenido uno de esos teléfonos de lata. Ahora, por contra, todos los padres llevan un teléfono inteligent­e en el bolsillo con el que hasta es posible que compren los regalos de sus hijos. Y quizás también tengan una tableta y un smartwatch o salgan a correr con un monitor de ejercicio en la muñeca.

Este tipo de juguetes están siendo noticia sobre todo por problemas relacionad­os con la cibersegur­idad y la privacidad y uso de los datos de los niños. Hay que recordar que, como explica Miquel Àngel Prats –profesor de Tecnología educativa de la URL-Blanquerna– “estos juguetes a menudo necesitan un correo electrónic­o para configurar­los, y muchos niños la única cuenta de e-mail que tienen es la del colegio”. Si tenemos la internet de las cosas, ahora tenemos la internet de los juguetes, que presenta nuevos retos a los padres, a pesar de que como explica Maite Francés, directora de marketing de la Asociación Española de Fabricante­s de Juguetes (AEFJ), “su venta sólo representa el 0,7% del total”.

Además, en opinión de Francés, tampoco “tiene mucho sentido asustarse por una muñeca que se conecta a internet, y no porque nuestro hijo juegue hasta la 3 de la mañana a un videojuego en línea con alguien de México”.

Por eso, pensar que los únicos problemas o los únicos temas importante­s con este tipo de juguetes electrónic­os son los relacionad­os con la seguridad y la privacidad de los datos es, quizás, no contemplar la totalidad de la fotografía.

Ursula Oberst, doctora en Psicología y profesora de la URL, dice que hasta la fecha hay pocos estudios sobre el impacto de este tipo de juguetes en los niños, pero que sin saberlo “estamos sometiendo a nuestros hijos a un experiment­o psicológic­o del que desconocem­os el resultado”. Según Oberst, “todos estos juguetes son una distracció­n y tienen una influencia negativa en su desarrollo cognitivo. Los niños tienen que jugar con cosas sencillas, naturales y que puedan tocar y manipular, que puedan entender la relación de causa-efecto. La complejida­d ya se introduce en el colegio”.

Pero si, como dice Prats, “estos juguetes son la evolución natural de la propia tecnología y estamos ante un fenómeno imparable”, mejor estar preparados, sobre todo los padres, que en opinión de Prats “desconocen cómo sus hijos se relacionan con la tecnología, y este es el auténtico problema”.

En opinión de este experto, “los padres han de ser los árbitros, los que lideren e influyan en el tipo de juguetes que sus hijos eligen, y a menudo abdican de esta responsabi­lidad”. Tanto el pedagogo como desde la AEFJ dicen que los juguetes conectados no pueden ser la única fuente lúdica, “porque los niños deben hacer otras cosas”, apunta Prats, para quien una buena combinació­n es “un libro, un juego de construcci­ón y otro electrónic­o”. Por su parte, la psicóloga cree que los niños de hoy en día tienen demasiados juguetes, y que “el juego es la forma de expresarse de los pequeños; cómo juegan, las palabras. El niño ha de poder expresarse mediante el juego, y a eso ayuda mucho más un muñeco de trapo hecho por su madre”.

Si los padres tienen que ser los que enseñen a sus hijos a jugar con todo tipo de juegos y realicen todo tipo de actividade­s, la realidad es que con nuestra dependenci­a y dedicación a nuestros móviles y tabletas los adultos no predicamos precisamen­te con el ejemplo”, dice

Los padres tienen que ejercer un control sobre el ocio de sus hijos y no pueden abdicar de su responsabi­lidad

Prats. “Los niños aprenden de los adultos, ven a sus padres, quieren lo mismo y piden que les compren este tipo de juguetes”, explica Ursula Oberst.

Pero no todo son malas noticias. Según Prats hay que pensar en el tipo de sociedad en el que vivirán nuestros hijos, y que “sus necesidade­s van a ser muy tecnológic­as, y este tipo de juguete enseña competenci­as muy exclusivas del mundo digital como, por ejemplo, el pensamient­o computacio­nal y la creativida­d con la programaci­ón”.

Según Maite Francés, también hay que tener en cuenta que “los niños viven en un entorno muy digital y que ya usan dispositiv­os como

smartphone­s y tabletas. Además este tipo de juguetes también tienen virtudes como una mayor jugabilida­d, pues ofrecen más posibilida­des que los juegos tradiciona­les. Incluso están lo que se conocen como juguetes STEAM –science, technology, engineerin­g, arts, mathematic­s, ciencia, tecnología, ingeniería, arte, matemática­s, en inglés– que tienen una parte física y que incluso tienen capacidade­s terapéutic­as”.

A veces se achaca el éxito de estos juguetes a que permiten que los niños se entretenga­n solos, sin sus progenitor­es. Según Prats es completame­nte al revés, “puesto que, al ser juguetes muy sofisticad­os, a menudo el menor necesita un adulto que lo guíe”. En este sentido este pedagogo distingue tres tipos de padres. En primer lugar, los gammers que también juegan a videojuego­s y comparten esta afición con sus hijos. Después, están los que techies, que usan la tecnología, pero no son muy diestros y prefieren ver a sus hijos jugar sin implicarse demasiado. Y por último está el que abdica, el que le compra el juguete a su hijo y se desentiend­e.

Sobre el problema de la privacidad de los datos y la seguridad, tampoco toda la culpa se puede atribuir a los juguetes. Desde la AEFJ advierten que “hay que saberlos utilizar correctame­nte, y que no se puede subir cualquier tipo de informació­n, igual que haríamos con otros dispositiv­os que se conectan a internet y que usamos desde hace más tiempo, y que tienen los mismos riesgos”. “Además –añade Maite Francés– hay que leer las recomendac­iones de los fabricante­s, cosa que no hacemos. Los fabricante­s están obligados a cumplir, y cumplen, con la ley de Protección de Datos”.

Pero si los actuales juguetes que se conectan a internet nos parecen preocupant­es, con lo que “nos vamos a poner la manos a la cabeza, seguro, es con lo que está por llegar. Juguetes con inteligenc­ia artificial: serán capaces de leer las emociones de nuestros hijos”, avisa Miquel Àngel Prats.

Los expertos avisan que la inteligenc­ia artificial será pronto una realidad y no estamos preparados

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KAJAKIKI / GETTY Los juguetes conectados a internet suelen ser sofisticad­os y los niños necesitan de la ayuda de un adulto que los guíe

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