Este muñeco es un espía
El juego conectado plantea problemas más allá del riesgo para la privacidad
No hace tanto tiempo, el colmo del juguete tecnológico eran dos latas unidas con un cordel que los niños usaban como un teléfono. Quizás, incluso, algunos de los padres que esta Navidad regalarán juguetes que se conectan a internet a sus hijos habían tenido uno de esos teléfonos de lata. Ahora, por contra, todos los padres llevan un teléfono inteligente en el bolsillo con el que hasta es posible que compren los regalos de sus hijos. Y quizás también tengan una tableta y un smartwatch o salgan a correr con un monitor de ejercicio en la muñeca.
Este tipo de juguetes están siendo noticia sobre todo por problemas relacionados con la ciberseguridad y la privacidad y uso de los datos de los niños. Hay que recordar que, como explica Miquel Àngel Prats –profesor de Tecnología educativa de la URL-Blanquerna– “estos juguetes a menudo necesitan un correo electrónico para configurarlos, y muchos niños la única cuenta de e-mail que tienen es la del colegio”. Si tenemos la internet de las cosas, ahora tenemos la internet de los juguetes, que presenta nuevos retos a los padres, a pesar de que como explica Maite Francés, directora de marketing de la Asociación Española de Fabricantes de Juguetes (AEFJ), “su venta sólo representa el 0,7% del total”.
Además, en opinión de Francés, tampoco “tiene mucho sentido asustarse por una muñeca que se conecta a internet, y no porque nuestro hijo juegue hasta la 3 de la mañana a un videojuego en línea con alguien de México”.
Por eso, pensar que los únicos problemas o los únicos temas importantes con este tipo de juguetes electrónicos son los relacionados con la seguridad y la privacidad de los datos es, quizás, no contemplar la totalidad de la fotografía.
Ursula Oberst, doctora en Psicología y profesora de la URL, dice que hasta la fecha hay pocos estudios sobre el impacto de este tipo de juguetes en los niños, pero que sin saberlo “estamos sometiendo a nuestros hijos a un experimento psicológico del que desconocemos el resultado”. Según Oberst, “todos estos juguetes son una distracción y tienen una influencia negativa en su desarrollo cognitivo. Los niños tienen que jugar con cosas sencillas, naturales y que puedan tocar y manipular, que puedan entender la relación de causa-efecto. La complejidad ya se introduce en el colegio”.
Pero si, como dice Prats, “estos juguetes son la evolución natural de la propia tecnología y estamos ante un fenómeno imparable”, mejor estar preparados, sobre todo los padres, que en opinión de Prats “desconocen cómo sus hijos se relacionan con la tecnología, y este es el auténtico problema”.
En opinión de este experto, “los padres han de ser los árbitros, los que lideren e influyan en el tipo de juguetes que sus hijos eligen, y a menudo abdican de esta responsabilidad”. Tanto el pedagogo como desde la AEFJ dicen que los juguetes conectados no pueden ser la única fuente lúdica, “porque los niños deben hacer otras cosas”, apunta Prats, para quien una buena combinación es “un libro, un juego de construcción y otro electrónico”. Por su parte, la psicóloga cree que los niños de hoy en día tienen demasiados juguetes, y que “el juego es la forma de expresarse de los pequeños; cómo juegan, las palabras. El niño ha de poder expresarse mediante el juego, y a eso ayuda mucho más un muñeco de trapo hecho por su madre”.
Si los padres tienen que ser los que enseñen a sus hijos a jugar con todo tipo de juegos y realicen todo tipo de actividades, la realidad es que con nuestra dependencia y dedicación a nuestros móviles y tabletas los adultos no predicamos precisamente con el ejemplo”, dice
Los padres tienen que ejercer un control sobre el ocio de sus hijos y no pueden abdicar de su responsabilidad
Prats. “Los niños aprenden de los adultos, ven a sus padres, quieren lo mismo y piden que les compren este tipo de juguetes”, explica Ursula Oberst.
Pero no todo son malas noticias. Según Prats hay que pensar en el tipo de sociedad en el que vivirán nuestros hijos, y que “sus necesidades van a ser muy tecnológicas, y este tipo de juguete enseña competencias muy exclusivas del mundo digital como, por ejemplo, el pensamiento computacional y la creatividad con la programación”.
Según Maite Francés, también hay que tener en cuenta que “los niños viven en un entorno muy digital y que ya usan dispositivos como
smartphones y tabletas. Además este tipo de juguetes también tienen virtudes como una mayor jugabilidad, pues ofrecen más posibilidades que los juegos tradicionales. Incluso están lo que se conocen como juguetes STEAM –science, technology, engineering, arts, mathematics, ciencia, tecnología, ingeniería, arte, matemáticas, en inglés– que tienen una parte física y que incluso tienen capacidades terapéuticas”.
A veces se achaca el éxito de estos juguetes a que permiten que los niños se entretengan solos, sin sus progenitores. Según Prats es completamente al revés, “puesto que, al ser juguetes muy sofisticados, a menudo el menor necesita un adulto que lo guíe”. En este sentido este pedagogo distingue tres tipos de padres. En primer lugar, los gammers que también juegan a videojuegos y comparten esta afición con sus hijos. Después, están los que techies, que usan la tecnología, pero no son muy diestros y prefieren ver a sus hijos jugar sin implicarse demasiado. Y por último está el que abdica, el que le compra el juguete a su hijo y se desentiende.
Sobre el problema de la privacidad de los datos y la seguridad, tampoco toda la culpa se puede atribuir a los juguetes. Desde la AEFJ advierten que “hay que saberlos utilizar correctamente, y que no se puede subir cualquier tipo de información, igual que haríamos con otros dispositivos que se conectan a internet y que usamos desde hace más tiempo, y que tienen los mismos riesgos”. “Además –añade Maite Francés– hay que leer las recomendaciones de los fabricantes, cosa que no hacemos. Los fabricantes están obligados a cumplir, y cumplen, con la ley de Protección de Datos”.
Pero si los actuales juguetes que se conectan a internet nos parecen preocupantes, con lo que “nos vamos a poner la manos a la cabeza, seguro, es con lo que está por llegar. Juguetes con inteligencia artificial: serán capaces de leer las emociones de nuestros hijos”, avisa Miquel Àngel Prats.
Los expertos avisan que la inteligencia artificial será pronto una realidad y no estamos preparados