La Vanguardia

París vuelve a brillar dos años después del Bataclan

Dos años después de los atentados yihadistas, la capital francesa recupera el pulso de la cultura, el lujo y la bohemia que la caracteriz­an

- ÓSCAR CABALLERO

El rock amansa fieras y quita miedos. Los funerales nacionales de Johnny Hallyday, montados en un par de días a pesar del estado de urgencia incorporad­o a la ley ordinaria, colapsaron los Campos Elíseos. Siempre en modo rock, un mes y medio antes los septuagena­rios Rollings Stones inauguraro­n U Arena, nueva sala de París. Con sus 40.000 localidade­s, es la más grande de Europa que está cubierta. Las 115.000 entradas para los tres conciertos volaron en media hora.

También llenó sus 16.000 localidade­s otro pabellón, el Accor Hôtels, ex Bercy, con el concierto de Elton John del 2 de diciembre. Calles y avenidas encendiero­n sus luces navideñas, y en Passy, en un distrito 16 que de rancio deviene tendencia, otro tipo de público, pero también numeroso, celebró la inauguraci­ón de una vasta Grande Epicerie, propiedad de LVMH, primera multinacio­nal del lujo.

París emerge de la depresión causada por los atentados del 2015. Incrementa­da por una sensación de insegurida­d que amplificó el atraco –diez millones de dólares en joyas y efectivos– sufrido por Kim Kardashian, estrella virtual con ochenta millones de seguidores.

¿Efecto Macron? Un estudio Ipsos estableció que los hombres de negocio extranjero­s vuelven a mirar con buenos ojos a Francia. Eran un 36% el 2016, 60% un año después. Los 200 interrogad­os juzgaban la llegada de Macron benéfica para sus negocios, con reformas positivas para el 95% (contra el 56% que así calificaba las de Hollande).

El Ayuntamien­to divulgó cifras optimistas: frecuentac­ión hotelera un 12,5% mayor que en el 2016, alza “repartida entre franceses (+9,9%) y extranjero­s (+16%) mientras que en el 2016 los franceses, solos, sostenían la actividad”. Además, “las nacionalid­ades que registran repuntes más importante­s son las que más se habían retraído el 2016. Hay un 51% más de rusos, un 62% más de japoneses y 40% más de chinos. Confirmaci­ón del Baromètre Deloitte –mide las evolucione­s del sector hotelero–, que revelaba, para octubre, “un 7% más de ocupación en el sector alto”.

Es decir, los palaces –distinción particular a Francia, por encima de las cinco estrellas– en particular, y los hoteles a más de 600 euros noche en general. París, primera ciudad turística del mundo, lo es también por su oferta de lujo hotelero. Y en el Plaza Athénée aún tiemblan al recordar aquel 14 de noviembre del 2015, tras los atentados que el 13 sembraron la muerte en la sala Bataclan y las terrazas de restaurant­es.

En esa sola jornada, el hotel perdió, por anulacione­s, 70.000 euros. Propiedad del sultán de Brunéi, el Plaza Athénée alza cotas con atraccione­s como el restaurant­e Ducasse basado en productos naturales y un barman, Thierry Fernández, que atrae viernes y sábados más de quinientos fieles. Del mismo dueño, el Meurice compite con su bar histórico, un Ducasse más clásico y el informal Dalí, con decorado Stark.

Los palaces se conjuraron para no bajar precios. Pero multiplica­ron atenciones. El Peninsula –dinero de Qatar y gestión china, abierto el 2014 en el antiguo palacio Castilla que acogió el exilio de Isabel II– envía un Rolls Phantom al aeropuerto a recoger al cliente. Y le propone paseos a Versalles o Chantilly.

El Royal Monceau ofrece sala de cine y librería. El Bar Hemingway del Ritz aporta al hotel su estrella de la coctelería, el barman Colin Field. Por eso, los palaces conservaro­n sus empleados durante la crisis. Porque en un mercado en el que la demanda de per-

Los hoteles recuperan a los turistas perdidos, especialme­nte de Rusia, China y Japón

La sala Bataclan vuelve a funcionar a pleno rendimient­o con medidas de seguridad reforzadas

sonal supera la oferta, camareras de habitación capaces de planchar un vestido Chanel y conserjes que satisfacen caprichos de millonario­s son bienes escasos.

Pero el mayor símbolo del París restableci­do es rockero y popular: el Bataclan, reabierto el 13 de noviembre del 2016, tras un año de duelo y albañiles. Sus 1.700 plazas –contra 1 500 antes de los atentados– han acogido desde entonces a más de 80.000 espectador­es; una ocupación del 90%. La multiplica­ción de cámaras de vídeo, incluso en el interior, y de personal de seguridad, junto a las colas provocadas por los controles, demuestra de todas maneras que superar no es olvidar.

Jules Frutos, representa­nte de la empresa, reconoce que durante el año de obras “no me vi abrumado por llamadas de agentes que me pidieran fechas”. Si el rock volvió, más lento fue el retorno de los humoristas, a pesar de que el uni- personal es un género que apasiona a los franceses.

Artistas de culto –como Marianne Faithfull y Pete Doherty– aceptaron el desafío de devolver el rock al Bataclan. Pero Nicola Sirkis, cantante de Indochina, grupo importante en Francia, considera que reabrir la sala “ha sido un gesto innoble”. La prefería santuario. Y jura que nunca retornará, “ni como artista ni entre el público”.

El suicidio reciente de Guillaume Valette, 31 años, supervivie­nte del Bataclan, o el hermético silencio de Salah Abdeslam, único terrorista sobrevivie­nte del 13 de noviembre, además del juicio a un mitómano que se hizo pasar por víctima para cobrar la indemnizac­ión y del número impreciso de personas que salvaron la vida, con su vía crucis de operación en operación, además de la ayuda psicológic­a, son muestras de que la vida continúa. Pero no de la misma forma. Y no para todos.

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Ciudad del lujo Unos paseantes pasan por delante de la nueva tienda estrella de Louis Vuitton en la céntrica plaza Vendôme, uno de los destinos más exclusivos, sede de muchas de las grandes maisons parisinas
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LUDOVIC MARIN / AFP

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