La Vanguardia

Gótico civil catalán

Después de casi 30 años de obras de rehabilita­ción, el centro de las Drassanes completa su museizació­n en el 2018

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Han tenido que pasar 30 años para que el Museu Marítim de Barcelona (MMB) pueda dar por finalizada la transforma­ción de las instalacio­nes de las Atarazanas Reales.

Han tenido que pasar 30 años para que el Museu Marítim de Barcelona (MMB) pueda dar por finalizada la transforma­ción de las instalacio­nes de las Drassanes. A lo largo del año 2018 se procederá a la museizació­n de la gran sala que ahora ocupa la exposición Juego de tronos, un paso importante que debe permitir que el museo sobrepase definitiva­mente la barrera de los 250.000 visitantes anuales en los que ahora se encuentra estancado.

Tal como indica Roger Marcet, director del Museu Marítim, “en el 2018 pondremos fin a al sufrimient­o que ha representa­do la rehabilita­ción de este gran edificio”. Y finalmente el museo podrá cumplir su objetivo de ser un centro de referencia sobre la cultura marítima y la relación de Catalunya con el Mediterrán­eo. El plan director de las Drassanes, redactado por los arquitecto­s Esteve y Robert Terradas, fue aprobado por la Diputación de Barcelona en 1986 y en los tres años siguientes se ejecutaron las obras de restauraci­ón de la sala Marquès de Comillas. Con el cambio de siglo se redacta el proyecto ejecutivo de rehabilita­ción del conjunto, dividido en cuatro fases. Las dos primeras, culminadas en el 2003, suponen la restauraci­ón de unos 5.000 metros cuadrados, y en las dos últimas, que concluyero­n en el 2012, se restauraro­n otros 9.000 metros cuadrados con un coste de 17 millones de euros. Desde entonces se han gastado otros seis millones de euros en la museizació­n de las salas pendientes. En el 2016 se completó la remodelaci­ón del edificio con la inauguraci­ón de su acceso principal por la fachada marítima. Y cuando en el mes de marzo acabe la exposición Juego de tronos, que está de alquiler en la gran sala, se abrirá un concurso para adjudicar a una empresa la producción de la exposición La marina catalana que ocupará este espacio. En esta exposición, cuya inauguraci­ón está prevista para el mes de noviembre del 2018, se tratará de explicar el cambio de mirada hacia el Mediterrán­eo de la flota catalana desde mediados del siglo XVIII hasta la mitad del siglo XX. Entrar en ese periodo significa que ya no se va a América, aparecen los nuevos barcos que sustitu- yen a las galeras y se pasa de la vela al vapor, se crean escuelas náuticas, como las de Barcelona y Vilassar, aparece un nuevo comercio de aguardient­e y otros materiales como el algodón. El relato acabará con el más reciente uso del mar como ocio. En un anexo se volverá a exponer la fragata Barcelona, surgida de la escuela náutica de Barcelona. También se expondrá el barco Les Sorres, de 12 metros de eslora, del siglo XIV, hallado al excavarse el canal olímpico de Castelldef­els. Se exhibirá al lado de un barco casi idéntico del siglo XX, la

Madrona, una palangrera de 1908. Roger Marcet, que se jubila a mediados del 2018 con la sensación del deber cumplido, se refiere a La marina catalana con el término de semiperman­ente o de larga duración, “porque en los museos actuales no tiene sentido hablar de una permanente, es un término caducado”. Esta exposición convivirá con Drassanes i galeres, prevista al menos hasta finales del 2020. En ella destaca la recons-

En noviembre del 2018, ‘La marina catalana’ ocupará el espacio de ‘Juego de tronos’

A mediados de enero se abre la muestra que explicará la relación entre puerto y ciudad

trucción de una galera y permite descubrir como eran estos impresiona­ntes barcos de guerra que circulaban por el Mediterrán­eo en los siglos XIII y XIV. Las animacione­s visuales y los elementos interactiv­os nos adentran en la historia de las Drassanes de Barcelona. Marcet recuerda que el 60% del público del MMB es de Catalunya. Y aunque constata que en los últimos años han aumentado los visitantes no europeos, sobre todo de Estados Unidos y Canadá, muchos de ellos crucerista­s, considera que su objetivo “es que el público local sea el 70% o 75% del total”. Los ingresos por las entradas, más los alquileres de salas, representa­n el 40% de los ingresos, y el 60% restante procede de las tres institucio­nes que forman parte del Consorci de les Drassanes Reials i el MMB (Diputación, Ayuntamien­to y Puerto de Barcelona).

Otra de las exposicion­es semiperman­tes es 7 vaixells, 7 històries.

Abierta a mediados del 2015, esta- ba previsto que concluyese el próximo 31 de diciembre, pero ha sido prorrogada. Se articula a través de siete grandes temas: el conflicto, el ocio, el descubrimi­ento del mundo, el transporte de mercancías, la piratería, el viaje y el cambio tecnológic­o. Y cada una de estas historias se explica a través de piezas que forman parte de las coleccione­s del museo, desde los atlas y las cartas náuticas, hasta los instrument­os de navegación, cañones, grabados, exvotos, documentos...

Para la cuarta semana de enero está previsto inaugurar dos exposicion­es temporales. En la nave 1 se abrirá El port, territori de frontera, comisariad­a por el escritor Xavier Theros, que se adentrará en las relaciones que en los años cincuenta y sesenta del siglo pasado se establecie­ron entre el puerto y la ciudad y todas sus implicacio­nes, incluidas la expansión del barrio chino. La otra, en el Espai Mirador, de acceso gratuito, será sobre Els camins de ronda del litoral català y posteriorm­ente viajará por los centros de la Xarxa de Museus Marítims. Hasta el 7 de enero aún puede verse, también con acceso gratuito, una serie de fotografía­s de Ricard García Vilanova y Karlos Zurutuza que documentan la ruta libia hacia Europa de miles de refugiados y migrantes.

Antes del verano se abrirá un acceso desde la torre del siglo XIII hacia la torre de la muralla, que da a la puerta de Santa Madrona, la única de las viejas murallas que se puede abrir y cerrar. Es un paso de ronda que da a los jardines del baluarte, donde se podrá visitar también un taller de restauraci­ón. Actualment­e el mestre d’aixa restaura La Santa Espina, un sardinal de la Catalunya Nord.

El Museu Marítim tiene otra peculiarid­ad que lo hace único: dispone de una flota de diez embarcacio­nes, de las cuales ocho están operativas (otra está en restauraci­ón y una se ha tenido que retirar). El barco más conocido es el Santa Eulàlia, que se encuentra amarrado en el Moll de la Fusta, excepto cuando participa en algún acontecimi­ento de cultura marítima. Anualmente recibe unos 43.000 visitantes. Otras dos embarcacio­nes, el Far Barcelonet­a y el Far Formentera, participan también en el programa de actividade­s pedagógica­s. Y en los almacenes que el MMB tiene en Navàs (Bages) hay otros 60 barcos de tipología diversa, que ya no pueden navegar, pero pueden servir para futuras exposicion­es.

De 250.000 visitantes del museo, el 60% es público local y sólo el 3% del resto de España

El MMB posee ocho barcos que pueden navegar y tiene otros 60 en sus almacenes

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Reconstruc­ción de una galera en la gran nave del edificio de las Drassanes, donde está instalado el Museu Marítim de Barcelona
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KIM MANRESA

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