Otegi o Assange
El núcleo de Puigdemont debatió antes de la DUI las opciones del entonces president
En los dos meses que lleva Carles Puigdemont en Bruselas se ha enfrentado a un proceso de extradición que fue retirado, ha protagonizado la primera campaña online de la historia con un éxito notable y se ha consolidado como el referente del independentismo con una marca de éxito creada ad hoc hace poco más de un mes. Desde su refugio belga explora ahora todos los escenarios para hacer efectiva lo que denomina “restauración” de su presidencia y que tiene en la orden de detención del Tribunal Supremo su principal amenaza.
Si Puigdemont quiere ser investido president, deberá volver a Catalunya. “Es la unica opción” que tiene, tal y como confiesa uno de sus abogados, Jaume Alonso Cuevillas, una vez explorados todos los recovecos del reglamento del Parlament. “El candidato a la presidencia presenta ante el pleno su programa de gobierno y solicita la confianza de la Cámara”. Artículo 146. Lo que no prevé el reglamento son las intervenciones por videoconferencia ante el pleno, que es como Puigdemont ha triunfado en campaña.
La elección de instalarse en la capital comunitaria no fue improvisada. El entorno de Puigdemont había estudiado la legislación de diferentes países europeos en busca de la más garantista teniendo en cuenta las acusaciones de rebelión y sedición, pero también se habían valorado el margen de maniobra político.
Hubo debate estratégico paralelo a las reuniones en el Palau de la Generalitat pocos días antes de que Puigdemont descartara in extremis la convocatoria de elecciones y el Parlament votara la declaración de independencia. Una de las citas fue en Montserrat. La tensión entre Puigdemont y el PDECat desviaba la atención y muchos pensaron que lo que se abordaba en la reunión era la escisión de los herederos de Convergència.
Con los Jordis en la cárcel de Soto del Real, el debate sobre el futuro de Puigdemont se puso sobre la mesa. “¿Qué modelo debía seguir el president? ¿Otegi o Assange?”. La conclusión fue que en el siglo XXI es más rentable políticamente refugiarse en el extranjero y mantener vivo tu discurso que un mártir enmudecido por las paredes de la prisión. Ese grupo acabó siendo el embrión del equipo de campaña de Puigdemont: Jordi Turull, Elsa Artadi, Jaume Clotet, Josep Rius, Jordi Cuminal…, también participaron en la reunión Víctor Cullell, Miquel Àngel Escobar o Miquel Buch.
Se opusieron a que Puigdemont convocara elecciones, y cuando lo hizo Mariano Rajoy, defendieron la lista unitaria independentista primero e impulsaron una agrupación de electores después hasta provocar un pacto entre Puigdemont y el PDECat en la que el partido cedía paso en favor de la “lista del president”. La dirección del partido no estaría en la candidatura, pero gestionaría los “derechos electorales” de esta.
El 13 de noviembre, Clotet, Rius y el alcalde de Valls, Albert Batet, fueron convocados por el president en Bruselas. Elsa Artadi se sumó al grupo a última hora tras la baja de otra de las personas citadas por Puigdemont. El “artefacto político” que acabó siendo Junts per Catalunya se gestó en tres días. El núcleo de confianza de Puigdemont era relativamente inexperto en la organización de campañas, así que se incorporó a Jordi Cuminal y Damià Calvet para gestionar estrategias y argumentarios. El día que arrancó la campaña hubo nuevas incorporaciones. Jordi Turull y Josep Rull salían de la prisión. Habían pasado un mes compartiendo celda en Estremera y entre ellos se había desdibujado la dinámica de familias convergentes que el PDECat arrastra desde su fundación.
El equipo de campaña confiesa que se ha sentido abandonado por el establishment que tradicionalmente acompañaba a CDC. Ha habido “decepciones”, pero se han encontrado con colaboraciones inesperadas que han suplido la falta de recursos inicial. Empresas que han ayudado con el material de campaña, facilitado el transporte y las conexiones desde Bruselas en los mítines. “Si era para el president…”. Se plantearon dos vías para que Puigdemont estuviera presente en los escenarios a través de un holograma, pero un sistema era demasiado caro y el otro demasiado arriesgado tecnológicamente, así que se optó por un plató en las afueras de la capital comunitaria. La conexión de Puigdemont al menos en el mitin de la tarde no ha fallado en los 15 días de campaña, aunque una vez se improvisó desde su residencia porque la nieve impedía trasladarse al plató habitual.
El resto fue de lo más clásico. Mínimos riesgos, máximo rendimiento. Reunión a las 8 de la mañana para fijar mensajes y agendas, conexión con un Puigdemont de lo más disciplinado tras los errores de salida con el referéndum de la UE y las dudas sobre si podría tomar posesión del escaño.
La noche electoral hubo conexión fija con Bruselas en la tercera planta del cuartel general de JxCat. Cuando la foto se fijó a partir del 50% del escrutinio, comenzó la fiesta que algunos intrépidos acabaron a las 4 de la mañana en el mismo local donde comenzó.