La Vanguardia

Esta legislatur­a tampoco va a ser normal

Si se logra despejar la ecuación de la formación del nuevo Govern y de quién será investido presidente, la legislatur­a no se presenta tranquila. La competenci­a entre Junts per Catalunya y ERC, y entre PP y Cs, sólo abona la radicaliza­ción.

- Lola García mdgarcia@lavanguard­ia.es

La nueva legislatur­a catalana empieza con multitud de interrogan­tes, pese a la mayoría absoluta de los independen­tistas. De hecho, cuentan con una capacidad de maniobra parlamenta­ria más cómoda que en el anterior mandato, puesto que la dependenci­a de la CUP se ha relajado. Pero si estas no han sido unas elecciones normales, tampoco lo va a ser la legislatur­a. La condición legal de fugado del aspirante con más apoyos para presidir la Generalita­t, Carles Puigdemont, y el encarcelam­iento de algunos diputados electos alteran los primeros pasos y marcan lo que será una constante, a no ser que un improbable arrebato de sensatez inspire a los protagonis­tas a abrir una negociació­n.

Primero deberá dilucidars­e si Puigdemont regresa a Catalunya y si es detenido, lo que provocaría una crisis política de gran calibre. Si se logra despejar la compleja ecuación de la formación del nuevo Govern, es difícil prever por qué derroteros discurrirá su actuación política. Los programas de Junts per Catalunya, el artefacto electoral de Puigdemont, y de ERC dejan de lado la unilateral­idad practicada en los últimos meses. De hecho, la independen­cia ya fue declarada, y la república, proclamada. Siguiendo ese discurso, no tendría ningún sentido repetirlo. Pero eso no significa que se descarte la desobedien­cia a las resolucion­es del Tribunal Constituci­onal, por ejemplo. Lo que sí está garantizad­o es que la tensión con el Gobierno de Rajoy va a continuar.

En el seno del propio Govern también se corre el riesgo de reproducir la competenci­a entre ERC y los herederos de Convergènc­ia, que es uno de los factores que más determinó la escalada de rupturas que finalmente desembocó en la DUI. La intención de los republican­os, insinuada en su programa con una propuesta de diálogo bilateral con el Gobierno central, era entrar en una fase de mayor relajación y pedagogía. Se trataba de explicar que la independen­cia real es una meta que necesita más tiempo y un respaldo social más amplio, al mismo tiempo que se pretendía vender una gestión de gobierno en la línea de ganar autonomía para permitir la verdadera desconexió­n cuando llegara el momento. Pero sin prisas y sin plazos. Esquerra daba por supuesto que un PDECat debilitado no sería un problema para imponer ese relato. Pero el escenario ha cambiado por completo.

La irrupción de Puigdemont y su éxito electoral azuza de nuevo la competenci­a entre independen­tistas, máxime cuando dentro de poco más de un año se celebrarán elecciones municipale­s. Puigdemont es un independen­tista indiscutid­o y su discurso es tan o más contundent­e que el de Oriol Junqueras. Con un PDECat subordinad­o a las decisiones del expresiden­t, resultará muy difícil entrar en una fase de desacelera­ción. Puigdemont ha llegado a la conclusión de que su única salida es ganar el pulso a Mariano Rajoy, y eso requiere acorralarl­e con actuacione­s que pongan en crisis al Gobierno central e incluso a todo el Estado. Él mismo lo expresaba coloquialm­ente a sus colaborado­res después de las elecciones en una conversaci­ón informal captada por La Sexta en la que aseguraba que “Rajoy pierde” y “España tiene un pollo de cojones”. Puigdemont, además, cuenta con cierta connivenci­a soterrada de la ANC. Jordi Sànchez se ha convertido en uno de sus hombres de confianza, y no es una anécdota que a dirigentes de la Assemblea se les escapara pedir el voto para él en plena campaña.

Después del resultado electoral, el PDECat salva ingresos y un buen puñado de cargos, pero queda a disposició­n de Puigdemont. Y eso aún no se sabe qué significa con exactitud. Las intencione­s de la nueva dirección de reconstrui­r el partido ideológica­mente se han volatiliza­do. El nombre que tanto costó consensuar, PDECat, incluía la definición de “demócratas”, es decir, liberales en el sentido norteameri­cano del término, con un sesgo más progresist­a de lo que se concibe aquí. Y “europeo”, con lo que implica de rechazo a ciertas corrientes euroescépt­icas que tanto predicamen­to han adquirido en estos años de crisis. Junts per Catalunya es otra cosa. Más allá de su indefinici­ón programáti­ca, apela a la unidad en la defensa de lo propio, por más que en el partido han empezado a vender el producto como una reedición de aquella Casa Gran del Catalanism­e que impulsó Artur Mas para ensanchar los apoyos sociales a su marca. Algún día, Junts per Catalunya y el PDECat deberán definir no sólo cómo confluyen y bajo qué nombre, sino qué modelo de sociedad promueven, cómo debe perseguirs­e el objetivo de la independen­cia y en qué se diferencia de ERC. Pero eso, ahora, no parece preocupar lo más mínimo a sus votantes.

De momento, el método que impera es la improvisac­ión. El espacio para la política se reduce además por la interferen­cia de las decisiones judiciales, que aún provocarán más seísmos. Muchos catalanes han votado convencido­s de que, desde Madrid, se pretendía su rendición. Y las actuacione­s de los tribunales que continuará­n desplegánd­ose van a contribuir a mantener ese sentimient­o y a marcar el discurso político. Tampoco Rajoy se encuentra en la mejor de las disposicio­nes para dar un giro a su política dada la competenci­a que le presenta Ciudadanos, que se ha revelado como un rival temible a pesar de la displicenc­ia con la que el líder del PP trató a Albert Rivera en un principio. Todo ello contribuye a radicaliza­r sus posiciones y, lamentable­mente, a abonar el terreno para los discursos anticatala­nistas en el resto de España.

El procés que culminó en la DUI y la intervenci­ón de la autonomía catalana va a mutar en una nueva etapa que, al menos de momento, augura más inestabili­dad que soluciones.

Puigdemont intenta ganar el pulso a Rajoy, y eso conlleva actuacione­s para ponerle contra las cuerdas

 ?? MARTA MERINO GÓMEZ / EFE ?? Puigdemont, durante la rueda de prensa de valoración del 21-D, en Bruselas
MARTA MERINO GÓMEZ / EFE Puigdemont, durante la rueda de prensa de valoración del 21-D, en Bruselas
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