En la rueda del hámster
“El día de la verdad” iba a ser el 21-D. ¡Y vaya si lo ha sido! No el de la verdad para cambiar a los gobernantes, sino para delinear, sin ambages, la Catalunya de hoy: una sociedad más polarizada que nunca, partida en dos bloques como de cemento armado.
La prima del voto útil ha afeitado a la derecha y la izquierda más extremas, contribuyendo el PP a engordar a Ciudadanos, y la CUP a Carles Puigdemont, ese candidato a la fuga, lo más antisistema que hemos visto en la campaña, huido y despotricando por plasma de las instituciones españolas y europeas. Claramente nadie dio más rebeldía.
Difícil tiempo, pues, para costuras. Todo parece indicar que la afrenta secesionista contra España seguirá adelante, con lo que, visto lo visto, el género del esperpento podría alcanzar su esplendor.
No descartemos nada. Asistiremos a aparentes peleas entre PDECat, ERC y la CUP hasta el arreglo final. El calendario corre y en un mes tendremos nuevo Parlament. Antes se habrá formado la Mesa, que se vislumbra igualmente alineada con la mayoría secesionista, que podría, ¿por qué no?, elaborar un reglamento laxo, modelo el de la DUI, para permitir la toma de posesión de un diputado por vía galáctica o por correo electrónico.
O la investidura de un candidato a president desde Bruselas ofreciendo su discurso por holograma. ¡Vaya usted a saber! O sentado desde un bar como si viera el derbi, escuchando como su discurso se lo lee un representante. Ahí tendríamos a un redivivo Puigdemont elegido president de la Generalitat en el exilio, con un gobierno funcionando y un conseller en cap con facultades delegadas. Sólo tendrían que renunciar a sus actas varios encarcelados y que corriera la lista. Quienes quieran colaborar con la justicia, ante el tenebroso horizonte judicial que les espera podrían ya estar levantando el dedo.
Los independentistas plantearon las elecciones a modo de plebiscito y han ganado por mayoría absoluta. El 21-D ha liquidado en Catalunya al partido que gobierna en España y taponado a su tradicional alternativa, lo que facilitará las desavenencias del bloque constitucional, tres partidos que a ratos miran a Catalunya y otras veces a la Moncloa. Más aún tras la certificación de que casi la mitad de los catalanes sigue pensando que España es un mal negocio y que si la diáspora de empresas continua y el paro aumenta, la culpa seguirá siendo de Madrid, y de Rajoy. No hay forma de explicarles cómo funcionan la ley, los mercados y la seguridad jurídica en un Estado de Derecho. El independentismo ha votado únicamente sobre lo que Puigdemont pidió: por restituir el Govern y contra el 155. Y no quiere saber más, excepto de espectáculo internacional.
Ahora que, claramente, en Catalunya ya no somos un sol
poble, respondan ustedes mismos sobre lo más importante: ¿Será fácil o difícil coser las heridas y recuperar el
seny? ¿Con el 155? ¿O ya murió el neonato artículo? Oigo ruido de sables entre los constitucionalistas, mientras la secesión se reagrupa.
Visto lo visto, el género del esperpento podría alcanzar su esplendor