Como envenenar al cuñado
Como todo el mundo reparte buenos deseos por Navidad, me gustaría informar a los lectores de que existen métodos económicos y fiables para asesinar a los cuñados en la mismísima mesa familiar, un óbito que, bien administrado, puede animar la sobremesa y propiciar la cancelación de eventuales shows infantiles, recitales poéticos y chistes picantes.
El cuñado suele ser un señor con apariencia afable al que uno sólo desearía lo mejor de ser vecino y no cuñado, en especial cuando lo da todo en estas fiestas, bien en su faceta de invitado o anfitrión.
¿Es peor el cuñado anfitrión o el cuñado invitado? Hay muchas teorías al respecto aunque el resultado sea el mismo: el cuñadismo provoca ardor de estómago, ataques de ira y promesas renovables de que es la última Navidad compartida.
Un sistema muy práctico es inyectar unas gotas de polonio en el cava o el turrón que, año tras año, aporta al banquete con el sabido comentario:
–Es un cava cojonudo. Producen pocas botellas porque se ganan muy
Una opción elegante es servir 48 langostinos de Vinaròs por cuñado y dejar la fuente cerca
bien la vida con la bolsa de valores y sólo las venden a los amigos.
Como se trata de un cava infumable y económico, basta con tres gotitas cuyo sabor no distinguirá la víctima porque lo mismo le da ocho que ochenta con tal de disfrutar de haber enredado a la familia política un año más.
Si el cuñado es de los que traen el turrón, resulta recomendable el polonio ruso porque lo entrañable es que fallezca entre 60 y 90 minutos después de la ingestión, de manera que los trámites burocráticos le pillen a uno en el típico estado letárgico.
Una opción elegante es matarlo a langostinos de Vinaròs. Es importante que sean frescos aunque el precio se dispare. Se hierven 48 langostinos por cuñado procurando que la fuente esté al alcance de la víctima. Conviene la complicidad de los vecinos de mesa. Un tío abuelo veterano de Ifni, por ejemplo, es un cómplice entusiasta:
–Come, majo, que están muy ricos y a mi edad no me convienen. Además, ¡hay que celebrar el 0-3!
Una opción ganadora es solicitar su visión de la situación de Catalunya a la hora de los postres. Si es de los cuñados que se sientan en la mesa de Navidad con lazo amarillo, deslice dos o tres nombres elegidos al azar –Espartero, Bobby Deglané o el perillán de Pablo Casado– y espere a que la mención surta efecto letal. Si se trata de un cuñado unionista, luzca usted un lazo amarillo y disfrute viendo como el buen rollo y la libertad de expresión hacen efecto.
Si desaprovecha estos consejos y en el fondo es un sentimental, piense que hay muchos cuñados por el mundo, esperando su oportunidad, y no es justo que unos coman langostinos, pollo relleno o almejas de gorra y otros duerman en la calle aunque sean forofos del Real Madrid o cuñados de Sergio Ramos, ese monstruo.