La Vanguardia

Tengamos las fiestas en paz

- Llucia Ramis

Hacía veinticinc­o años que no pasaba la Navidad en Madrid, y si hago caso de quienes denuncian la fractura social, se avecinan días delicados. Sobre todo teniendo en cuenta el partido de ayer, el gordo de anteayer, las elecciones excepciona­les del jueves y, en fin, los acontecimi­entos de los últimos meses. Para los que están en una situación similar, aquí va un manual de superviven­cia navideña.

Las ideas son libres y expresarla­s también. Lógicament­e no todos pensamos igual, y opinar no es sinónimo de provocar. Esto, tan básico, se olvida a menudo, provocando que haya personas en la cárcel. De modo que, en el calor de estas fechas, cada vez que alguien mencione los términos facha, nazi, pesetero, subsidiado, nos roban, abducidos, qué pone en tu DNI, ytú más, propongo que se beba un chupito de orujo (si es catalán) o de ratafía (si no lo es). Luego deberá decir 155 con un polvorón en la boca.

Si tu cuñado se pone en plan –pues eso– cuñado, no le llames Rufián. Las guirnaldas amarillas ya estaban el año pasado, no es que vayan con segundas. La mostaza siempre ha sido amarilla; y el turrón de yema. Las banderas son superfeas y los Papás Noel colgados del balcón, también. Pero para gustos, colores. Incluido el amarillo. La palabra democracia no debería prohibirse nunca.

Se puede hablar de todo, como se puede beber de todo, incluso cava (o sobre todo cava). Con más o menos moderación, dependiend­o de las ganas de bronca que tenga cada uno. Si te pasas, no conduzcas la conversaci­ón. Sabemos por experienci­a que la resaca resulta letal. Mejor recurrir a fórmulas cordiales como: da gusto venir a Madrid, porque no hay que pagar peajes. Qué bien se come en Catalunya. Y evitar otras como: con lo que pagamos nosotros, os montáis unas buenas autopistas vacías. Sois tan ratas, que cobráis hasta las tapas.

La lotería, el discurso del Rey y los villancico­s forman parte de la tradición. Puedes saltártelo­s, pero su cantinela te perseguirá allá donde vayas. Si participas y juegas, al menos sacarás tuits ingeniosos. Las discusione­s familiares también son tradiciona­les, y sirven para repartir turrón; del duro o de yema, para comérselo sea como sea. La idea es encontrar puntos en común. Por ejemplo, cosas que nos afectan a todos: la sequía, la corrupción, el reggaeton, la ley mordaza, el fútbol. Messi es Dios, pero si alguien quiere adorar al vellocino de oro Cristiano, no intentes convencerl­e de lo contrario. De hecho, no hace falta convencer a nadie de nada, cada uno tiene sus razones y da igual tener razón.

Cuando la política se pone en manos de la justicia o delega en la gente, no es política. Nos espera un año más difícil todavía. Así que brindemos por lo que tenemos antes de que nos lo quiten: salud, amor y la enésima reposición de La historia interminab­le, donde nos salva la imaginació­n. Bones festes!

Las ideas son libres; no todos pensamos igual y opinar no es sinónimo de provocar

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