La Vanguardia

Navegamos sin destino

- Glòria Serra

Hay un muro invisible, pero terribleme­nte alto, más allá del Ebro. Las elecciones catalanas las he vivido, voto por correo mediante, viajando. Madrid, Castilla, Galicia. Nadie entiende nada. “Con todo lo que habéis pasado, ¿por qué este resultado?”. Me temo que se habían creído la propaganda. Los mensajes que ha difundido la prensa española generalist­a, por tierra, mar y aire, eran que los catalanes estábamos a punto de ser salvados de nosotros mismos y que, por fin, se nos daría la oportunida­d de votar en libertad. Como si todas las elecciones anteriores se hubieran hecho a punta de pistola. Creo que toda esta faramalla épica del españolism­o ha hecho el mismo papel que la del independen­tismo: movilizar a los suyos. Muchos votantes que se inhibían en las elecciones catalanas porque no iba con ellos o que se sentían excluidos por la movilizaci­ón

Quien más ha perdido, con diferencia, ha sido Mariano Rajoy; y no sólo por los tres diputados conseguido­s por el PP

independen­tista ahora se han acercado a las urnas.

Increíblem­ente, en Madrid se han planteado las elecciones en términos de bloques, repitiendo la consigna y la estrategia del independen­tismo. Este ha sido el gran éxito soberanist­a, que los comicios se hicieran según sus planteamie­ntos y, de rebote, movilizar al españolism­o. Cualquier otra discrepanc­ia de política real aquí y ahora, sobre servicios sociales, economía, medio ambiente o igualdad, ha muerto en el altar del blanco y negro. Y aquí el independen­tismo lleva muchos años de ventaja movilizand­o a los suyos y convencien­do a los tibios. Han recibido además la ayuda de las cargas policiales del 1-O o de los encarcelam­ientos preventivo­s e incondicio­nales que la Fiscalía, bajo control del Gobierno español, ha pedido a diestro y siniestro. El independen­tismo ha ganado la estrategia de la propaganda en Catalunya. Y la propaganda unionista que en España, en general, se habían creído no ha sido suficiente en las urnas.

Han perdido los que no han entrado en el juego, como los comunes, que no han sabido superar sus propias contradicc­iones internas y se han quedado solos intentando poner sobre la mesa los argumentos de la crisis social y económica. Han perdido los de la CUP, víctimas de mezclar revolución permanente y tacticismo y que han quedado a merced del voto útil independen­tista entre los mártires en la cárcel y los del autoexilio.

Pero quien más ha perdido, con diferencia, ha sido Mariano Rajoy. Y no sólo por los tres diputados conseguido­s por el PP, que le convierten en una presencia testimonia­l y folklórica en la segunda comunidad más poblada de España. El resultado ha pasado de malo a pésimo, pero, si el bloque unionista sumaba, el gran ganador hubiera sido el brazo ejecutor del 155. Este ha sido su fracaso. La noche electoral, Albert Rivera, el gran ausente de la campaña pero el principal ganador de las elecciones, avanzó las consecuenc­ias y el camino de futuro. Con cara compungida y ojos radiantes por el espectacul­ar e histórico resultado conseguido por Ciudadanos, aseguraba que era una pena que el resto de partidos unionistas no hubieran obtenido tan buenos datos para poder sumar. Es decir: nosotros sí tenemos las ideas claras, además de un pasado limpio y sin gastar complejos. Se ha iniciado el jaque mate en la casilla de la Moncloa. ¿Y alguna solución para Catalunya? Connais pas. A pesar de todo, feliz Navidad.

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