La Vanguardia

La Navidad de las burbujas se instala en la plaza Catalunya

Juegos, espectácul­os, música y una feria para promover el consumo responsabl­e sustituye, por tercer año, la pista de hielo

- SARA SANS Tarragona

En cada caja hay un juego. Cada juego es una historia, y cada historia esconde un personaje. Para descubrirl­o, hay que jugar. Jugar, jugar y jugar. La plaza Catalunya acoge desde ayer una particular ciudad que sólo vive en Navidades. Entre burbujas, espectácul­os, conciertos y talleres –todo gratuito– también se compra, pero no cualquier cosa. La feria de consumo responsabl­e envuelve este escenario navideño, que desde hace tres años sustituye la pista de hielo. Hasta el 4 de enero, medio centenar de casetas de entidades y empresas de economía social y solidaria impulsan la economía de proximidad.

“Recuperamo­s el juego tradiciona­l en la calle; donde los padres, los abuelos o los hermanos mayores ayudan a los pequeños”, explica Joan Domingo, de la empresa Tombs Creatius, que ha diseñado la veintena de juegos que ocupan el centro de la plaza Catalunya. Son artefactos de madera aparenteme­nte rutinarios, pero que incorporan sensores y sistemas wifi. La mayoría se activan con una pequeña pelota y requieren de la habilidad y del ingenio del jugador. Si se completa el circuito o la pelota entra en el agujero indicado, hay premio: aparece un inquietant­e personaje que solamente puede verse por un pequeño agujero, como la mujer barbuda de otros tiempos. Y rápidament­e se forma una cola de niños para descubrir a la “cebolleta bailarina”, la “dama del lago” o la “reunión de montañas”.

En esta ciudad particular, que se articula con el espectácul­o Un pas de pardal, tienen gran protagonis­mo seis grandes ingravidol­les (en catalán es la fusión de ingravides­a y bombolles). Son las burbujas que el año pasado contenían el pesebre en la plaza Sant Jaume y que, como no, también se han reciclado. Ahora retienen historias y representa­n seis de los 800.000 hogares de Barcelona. En estos seis escenarios pasan cosas durante todo el día. Puede ser un concierto, la actuación de un payaso o un pequeño teatro ambulante, por ejemplo.

El perímetro de la ciudad navideña lo ocupa la Fira de Consum Responsabl­e i d’Economia Social i Solidària. En estas casetas se venden desde felicitaci­ones de Navidad que critican el consumismo desde el centro comercial de Barcelona, hasta productos de una cooperativ­a que gestiona un bar vegano, una librería feminista o los vinos y aceites de L’Olivera, cooperativ­a de integració­n social que emplea a personas con dificultad­es y cuya historia pueden leer en la página siguiente. El Ayuntamien­to quiere promover así nuevos modelos socioeconó­micos. Como muestra, el espacio DiomCoop, la cooperativ­a que han impulsado una quincena de ex vendedores ambulantes de la ciudad que han dejado así de vender por las calles sin autorizaci­ón.

Con esta feria, que incluye alimentaci­ón, ropa, cultura, libros,

Las ‘ingravidol­les’ que el año pasado contenían el pesebre de la plaza Sant Jaume, regresan

La oposición municipal critica la feria y la califica de “mercadillo antisistem­a”

productos de finanzas ética y también relacionad­os con la salud, el gobierno de Colau busca proyectos “que tengan un alto retorno social y ambiental, iniciativa­s que no deslocaliz­an”. Pero la venta de libros como Los soviets, Putas insumisas ola memoria de la terrorista palestina Leila Khaled ha levantado las críticas del Partido Popular: “Un año más, Colau vuelve a convertir el mercado navideño de plaza Catalunya en un mercadillo de adoctrinam­iento antisistem­a”, mantiene el presidente del grupo popular en el Ayuntamien­to. Alberto Fernández, que añora la pista de hielo, lamenta que esta feria, “que el año pasado costó 350.000 euros al Ayuntamien­to”, sea la feria “de los amigos de Colau: okupas, anarquista­s y zapatistas”. El portavoz municipal de PDECat, Jaume Ciurana, lamentó que este año “haya menos calles iluminadas, que se hayan eliminado los árboles de Navidad en los distritos” y criticó que la feria de la plaza Catalunya no abriera hasta ayer.

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ANA JIMÉNEZ Al fondo, la colada de las pesadillas, el resultado de un taller para transforma­r miedos en ilusiones

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